Visitar la Estancia Jesuítica de Santa Catalina fue para mí una experiencia única, que me permitió conectar con un pedazo muy importante de la historia y la cultura de Córdoba y de Argentina. Fundada en 1622 por la Compañía de Jesús, esta estancia no solo fue un centro productivo para los jesuitas, sino que hoy se mantiene como un testimonio vivo de un pasado que sigue presente en sus muros, patios y en la imponente iglesia barroca que la corona.
Lo que más llamó mi atención fue la arquitectura, especialmente la iglesia, que se atribuye principalmente al hermano coadjutor Antonio Harschl, un arquitecto jesuita nacido en Baviera. Su influencia centroeuropea se nota en cada detalle, desde la fachada con sus dos torres hasta la planta en cruz latina. Pero también entendí que no fue un trabajo de 1 sola persona: otros arquitectos jesuitas como Blanqui y Prímoli participaron en la construcción, lo que refleja la complejidad y el tiempo que llevó levantar este conjunto.
El interior de la iglesia es impresionante: el retablo tallado y dorado, la cúpula circular que deja entrar la luz natural, y las imágenes que mezclan el arte jesuítico con influencias indígenas y rococó, me hicieron sentir la riqueza cultural que se vivió aquí hace siglos.
Conocer que esta estancia fue hogar y lugar de trabajo para cientos de esclavos africanos y aborígenes me hizo reflexionar sobre las historias humanas detrás de estas piedras. Tras la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767, la estancia pasó a manos privadas, y hoy sigue siendo propiedad de la familia Díaz, que la cuida y abre al público con respeto y compromiso.
Lo que más valoro es que, a pesar de los siglos, la estancia conserva gran parte de su estructura original, casi un 80%, lo que la convierte en un verdadero tesoro arquitectónico y cultural. Caminar por sus patios, recorrer sus claustros y admirar su sistema hidráulico me hizo entender la magnitud de este lugar y su importancia...
Read moreUn pedacito de la historia de la provincia contada por estas dos centenarias edificaciones. Para llegar, desde Jesús María (porque hay al menos tres caminos más), se accede por la ruta E66, un camino consolidado de tierra. No apto para apurados, ya que hay serrucho en el noventa por ciento del trayecto. (Tener en cuenta este detalle). Es más, considero que al disminuir la velocidad, se puede avistar las aves autóctonas y disfrutar del silencio y la tranquilidad y eso no tiene precio. Para realizar el recorrido guiado por el interior de la iglesia y por los tres patios de la estancia, se abona $7.000 por persona en el horario de 10:00 a 13:00 hs o de 15:00 a 18:00 hs de martes a viernes. En el sector externo se puede estacionar en la calle. Hay un único comercio. Este lugar es ideal para conocer y valorar su riqueza arquitectónica, en un entorno que contribuye a su permanencia en el tiempo. Hay que ir y preguntarle todo lo que se quiera saber a Marcelo, el guía, quién responderá de manera respetuosa y amable tus dudas y hasta te hará reir un poco. (Pregúntenle sobre el mobiliario de la estancia, las puertas bajas, la madera con la que se fabricaron, los pisos, quienes asistían a la estancia, los muros que la sostienen, las ventanas y sus rejas, el olivo que se encuentra en uno de los patios, por qué los esclavos trabajaron sin descanso los días nublados, quiénes son sus actuales dueños, cómo cuidan el lugar, etc,.). Los sectores interno y externo están bien mantenidos y limpios. Recomiendo ampliamente visitar este lugar, declarado Patrimonio de la humanidad, el único en América del Sur que es de propiedad privada, perteneciente a los descendientes de la...
Read more¡Sorprendente! El lugar es una joya arquitectónica, me sorprendió la manera en la que está cuidado que es excelente. Al igual que la Ranchería que se encuentra al lado, la estancia es un viaje en el tiempo, el camino es un camino accesible con cualquier tipo de auto (si no llueve). Particularmente, llegué desde Córdoba a la terminal de Jesús María, y allí me tomé un Remis (el cual me señaló que usualmente suelen hacer estos viajes), es un dato que dejo por si alguien se anima a visitarla y no posee medio de transporte propio. En el camino me he cruzado varios ciclistas también, que creo que sería otra opción de llegada, ya que no existen transporte público para llegar al lugar. La misma posee horarios de visita 10 a 13 y de 15 a 18, y lo respetan a rajatabla; yo llegué a las 13:00 y tuve que esperar hasta las 15:00. Sin embargo, Marcelo que propició de guía, fue asombroso, me quedan cortas las palabras para expresar todo lo que sabe y me enseñó en el recorrido, ¡Con una amabilidad extrema! (Sol y lluvia es la marca de la yerba recomendada) El recorrido que realicé fue por toda la estancia, (por un precio más que accesible: $5000) en la que estaban los dueños, los cuales muy amablemente me permitieron sacar fotos del interior de la Iglesia. Vale la pena visitarla es casi un viaje al 1622 con la estancia recién inaugurada, es increíble, y por dentro lo es aún más. ¡Recomiendo visitarla...
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