Fue el Reverendo Couturier, director de la Orden de los Dominicos de Lyon quien encargó a Le Corbusier el diseño del nuevo monasterio. El arquitecto no sólo tenía renombre, sino que llevaba un estilo de vida rigurosa, abnegada y sencilla lo cual encontró eco en la estricta disciplina de los frailes de esa orden. En consecuencia, Le Corbusier creó un edificio de belleza austera. La dureza y la ‘brutalidad’ del diseño revelan una empatía con la vida de los monjes. El edificio no tiene la ligereza y la etérea cualidad de los primeros trabajos de Le Corbusier, el autor abandona la retórica purista de los planos blancos y ascéticos que había caracterizado su obra anterior para adoptar una modalidad caracterizada por la introducción de texturas rugosas y fuertes que le confieren una fuerte materialidad a sus volúmenes. El hormigón «laissez brut» deviene en adelante el gran protagonista de su arquitectura, y a la vez le confiere su nombre a la tendencia («brut», de «béton brut») y marca el punto de giro hacia el brutalismo, que impregnará la arquitectura de Le Corbusier a partir de los años 50, El conjunto monástico esta pensado para ser utilizado como Iglesia, residencia y lugar de aprendizaje para los frailes dominicos y está compuesto de iglesia, claustro, sala capitular, aulas, biblioteca, comedor, cocina y un centenar de celdas. Todo el edificio se organiza en torno a un patio interior. El monasterio, en forma de “C”, abraza a dicho patio y la iglesia, con forma de caja, cierra la “C”. Este se desarrolla en dos niveles construidos sobre pilotis y dejando paso por debajo del edificio a la colina que permite utilizar el espacio liberado para caminar y meditar. Se trata de un sistema estructural de losas, vigas, tabiques, caja de escaleras y columnas en hormigón armado combinadas con muros de carga. Estos últimos se hacen mas evidentes en la iglesia, una caja pura que se posa directamente sobre la ladera, una composición abstracta con el mínimo simbolismo religioso. Sus paredes interiores son sumamente gruesas, evocando la solidez de la arquitectura medieval. Están perforadas con aberturas horizontales cerradas con cristales de color que permiten la entrada de luz y otorgan al ambiente un halo espiritual. En la última planta se encuentran las celdas de los monjes, relacionando a través de pequeñas aberturas en los corredores la solemnidad de la vida monacal con los colores y la luz del paisaje. Las celdas han sido acústicamente aisladas para permitir la meditación. Estas habitaciones, fueron construidas con paredes rectas que se apoyan en las columnas de la estructura. En esta planta también hay salas de estudio, trabajo y recreación, conjuntamente con una biblioteca. Le Corbusier utiliza en esta obra sus postulados básicos de la arquitectura moderna (pilotis, terraza-jardín, planta libre, fenêtre en longueur, fachada libre). El programa necesita combinar las habitaciones privadas para los monjes con sus necesidades de espacios comunes entre los que Le Corbusier propone un jardín en la azotea. Estos usos diferentes fueron apilados uno encima del otro, habitaciones privadas en los dos pisos superiores, por debajo los espacios comunes. Le Corbusier contó con la colaboración de Iannis Xenakis, compositor y arquitecto de ascendencia griega y que en 1948 entró en el estudio del arquitecto y que colaboró sobre todo en la fachada y en la estructura interior. En el diseño de la fachada Xenakis recurrió al concepto del Modulor, consiguiendo un efecto asimétrico gracias a una progresión de rectángulos de diferentes anchos, buscaba la abstracción a partir de la línea recta y la repetición. El resultado fue del agrado de Le Corbusier, llegando a denominar la obra como “El convento de Xenakis”.
En relación a la estructura interna, el mismo Xenakis relata que surgió de sus conversaciones con los monjes. Tanto los paneles de cristal de la iglesia como los de las celdas fueron colocados de tal manera que pudieran captar la luz del sol durante el Equinoccio. La Tourette es uno de los edificios más importantes del...
Read moreCouvent de La Tourette is a must-see for any architecture enthusiast. Visiting in person adds so much more to the experience, no matter how much you’ve read about it. We booked the 1.5-hour guided tour, which covered the ground and first floors. Unfortunately, the rooftop was not accessible, as it’s reserved for the Dominican monks and currently has some damage that makes it unsafe for visits. The cells are only accessible if you book an overnight stay. Our guide was knowledgeable and pleasant, though their English was somewhat limited. Highly recommend this tour to truly...
Read moreThis is a must-do experience if you appreciate architecture! Meals provided are wonderful, the team is accepting of visitors from all countries and religions and you get to meet people from around the world in a clean, quiet Convent. You may even be able to have a conversation with a friar over a meal... We came from the USA for our 2nd visit and hope to stay again! I would keep in mind that wifi only works on main floor and not in your...
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