Ah, este restaurante. Una auténtica joya… si lo que buscas es una experiencia gastronómica cercana al castigo medieval. Entramos con hambre y algo de ilusión. Salimos con el alma erosionada, el estómago vacío y una factura que parecía redactada por un guionista de terror.
El ambiente, inmejorable si eres amante del caos y la contaminación acústica. No había música, ni falta que hacía: el ruido de la gente hablando a gritos, todos compitiendo para ver quién podía hacer más eco, convertía la comida en una experiencia sensorial que solo puede describirse como “tortura civilizada”.
La comida, en cambio, fue una oda al desastre. Pedimos chuletitas de lechal, pero ese lechal debía tener ya carné de conducir. La carne estaba tan dura que consideramos pedir un serrucho en lugar de cuchillo. Masticarla fue como intentar domar un pedazo de cuero viejo con los dientes. La merluza, que debería haber venido del mar, parecía haber sido rescatada de una trinchera en Afganistán: más seca que un cactus al sol, y con la misma alegría en el paladar.
Las patatas… qué decir. Crudas. Crujientes, sí, pero no en el buen sentido. Crujientes como cuando muerdes una piedra por accidente.
El vino fue la guinda del martirio: una copa de acidez, rencor y arrepentimiento. Si alguna vez te has preguntado a qué sabe el fracaso embotellado, te invito a probarlo. Pero solo si odias a tus papilas gustativas.
El servicio fue una clase magistral de lentitud operativa. Entre plato y plato pudimos reflexionar sobre nuestras decisiones de vida, reconciliarnos con nuestro pasado y llegar a cuestionar la existencia misma. Ni una sonrisa, ni una disculpa, ni la más mínima señal de profesionalidad.
Y para rematar, tuvimos el dudoso privilegio de ver al cocinero. Su aspecto decía todo lo que la comida no pudo: sucio, y con una imagen que inspiraba más ganas de ayunar que de comer. Si la presentación personal refleja el amor por la cocina, aquí estábamos ante una ruptura sentimental muy dolorosa.
La cuenta fue el chiste final: pagar precios de restaurante fino por una experiencia que no llega ni a feria ambulante. Una estafa servida en bandeja.
Conclusión: Solo recomendable si te han roto el corazón y necesitas otra decepción para distraerte. Si no, corre. Por tu salud física, mental...
Read more¡¡ESPECTACULAR!! Me faltan estrellas para valorar este lugar. Llegamos buscando un sitio donde cenar una noche. Casi pedimos un plato combinado, menos mal que el avispado y estupendo camarero nos asesoró y aconsejó el menú, que aún para cenar, no pudo ser mejor elección. Alcachofas, tomates del huerto, chuletas de cordero, manitas de cerdo, tarta de queso y torrija. ¡TODO DE DIEZ!
La atención merece una mención especial porque El camarero es lo más. Nos trato de categoría y nos aconsejó en todo momento.
Al día siguiente no nos pillaba cerca de nuestra excursión y por el tiempo lluvioso se hizo tarde, no obstante después de llamar a varios sitios, pese a la hora era el único donde nos daban de comer ¡y qué acierto de nuevo! Repetimos alcachofas, y probamos risotto de setas, entrecot y cordero al chilindrón, tarta de manzana al patxaran y cremoso de yogurt, de nuevo todo excepcional.
Nos quitamos el sombrero con restaurantes así donde además de comer a gustisimo te sientes atendido como en casa. Una maravilla de lugar.
Lo único malo, que nos pilla lejos de Valencia, si no, estaríamos allí comiendo a menudo. Lo guardamos como un sitio favorito al que cuando volvamos por la zona (que volveremos), sin duda iremos a comer y/o cenar.
Gracias por la calidad de la cocina y por el trato excepcional. Si pasas por la zona, ni te...
Read moreUn restaurante normal y...fácilmente mejorable. Dos menús de 19 euros. Comedor anticuado, con muy poca luz. La camarera (amable) y los cocineros pasan constantemente entre las mesas para ir a la cocina. Y desde la sala hemos podido ponernos al día de las movidas de los cocineros (hablan a grito pelao). Primeros: pisto con huevo (correcto, buenas verduras) y ensalada mixta (fresca, crujiente, bien). Segundos: filete (normal, lo mejor las patatas) y bacalao (algo estropajoso y salado). Todo muy poco elaborado, poca intensidad de sabores, pero con buena materia prima. Cuajada y pudin de queso, los dos normales, nada destacable. Vino tinto Villa de Sada correcto (equilibrado, agradable). Cafés sin aroma, solo tueste). Lavabo bastante sucio. En resumen: (al menos por lo que vivimos nosotros)…un restaurante de currantes, más para el día a día, sin sutilezas. Donde sí se puede comer correctamente y donde se podrían mejorar algunos detalles muy fácilmente (por ejemplo: gritar algo menos en cocina, mejorar un poco la luz de la sala, tratar de darle algo más de intensidad a los sabores de los platos, tener cafés con algo de aroma y mirar de vez en cuando qué tal...
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