Llevábamos años yendo a este restaurante, era uno de esos sitios que uno recomienda, donde el entorno acompaña y la comida, antaño, estaba buena. Pero últimamente algo se torció. La calidad bajando, los precios subiendo —lo segundo, desgraciadamente, es ya norma general— pero lo primero, imperdonable. Éramos diez comensales. Nada fuera de lo común para un domingo familiar. Llegamos, nos sentamos y el servicio de bebidas fue rápido. Todo bien hasta ahí. Pedimos: cada uno un plato salvo mi padre y mi hermano, que quisieron empezar con unos judiones. Y entonces empezó el circo. A quienes pidieron los judiones les trajeron primero... la carne. Los judiones llegaron diez minutos después. Cocina sin orden ni concierto. Los huevos con jamón vinieron con las tres yemas rotas. ¿De verdad?, ¿cómo puede un restaurante fallar en eso? Uno de los platos simplemente no llegó. Se esfumó en el limbo de las comandas mal gestionadas. Y lo más grave: los boquerones fritos estaban en mal estado. Lo notó mi madre al primer bocado. Mi padre y yo también los probamos, para asegurarnos. El sabor, inconfundible: pescado pasado. Lo dijimos. No para montar un drama, sino para evitar una intoxicación. Sale el cocinero. Nos dice que eran congelados, que tienen que congelarlos por ley (cosa que entendemos perfectamente), y que estaban “perfectamente bien”. Le decimos que no los queremos, que no queremos jugarnos la salud. Ahí quedó el asunto… o eso creíamos. Mientras comíamos, mi hermano pregunta por la comida de su hija (punto 3), que aún no había llegado. Lo dice una vez, lo dice otra… y nada. Al final aparece el camarero con una ración de secreto ibérico que nadie había pedido. Al decirle que no era lo solicitado, insiste en que sí, que lo habíamos pedido. Con un temple digno de quien está a punto de explotar, mi hermano le dice que haga lo que quiera, pero que traiga de una vez el plato correcto para su hija. Y entonces llega lo insólito: la ración equivocada nos la traen en un tupper, con toda la intención de cobrárnosla. Ahí se acabó nuestra paciencia. Pedimos la cuenta sin postre, sin más ganas de seguir soportando el desastre. Pero la guinda del pastel estaba por venir: nos querían cobrar los boquerones en mal estado y la ración no pedida. Tras una discusión, pedimos hoja de reclamaciones. Tuvimos que repetirlo tres veces. Al final, el dueño, queriendo evitar problemas, decide retirar los cargos. Resumen: un desastre. Servicio pésimo de principio a fin, desde los camareros hasta el cocinero, pasando por la actitud del dueño. Qué manera tan lamentable de arruinar una comida familiar de domingo. Este restaurante, que en su día supo tener encanto, ha perdido el alma. Y lo triste es que, si siguen así, van a hundir un lugar que tenía potencial. Nosotros, desde luego, no...
Read moreFuimos 10 personas, después de tener reservado desde hacía 15 dias, nos pusieron detrás de los baños, justo detrás de la casona (restaurante). Donde pastan unas cabras muy bonitas pero plagadas de moscas, la mesa llena, cuando digo llena es llena, nos empezaron a traer los platos y las moscas se metían en los platos. Le comentamos al camarero que si estaba viendo lo que sucedía, el chico lo veía pero decía que no podia hacer nada, que iba a preguntar a la encargada o dueña, la contestación de la dueña que es lo que hay, que si no, nos gusta que hay tenemos la puerta que hay más gente para entrar. Evidentemente estás en el campo hay moscas, vivo en campo y se que hay moscas, pero lo que no es normal que pongan mesas al lado de donde pastan las cabras y está lleno de cacas de cabra. Lo peor que me sentó es la prepotencia de la encargada y la falta de resolución, no hay peor cosa que pagar por un servicio y no obtenerlo. Cuando empezo la casona la calidad precio estaba muy bien y servicio perfecto. Ahora es muy caro, para el servicio que dan, el problema es que tienen mucha gente y tiene. Suerte que le sobran loa cliente, pero tenían que cuidar a los clientes antiguos, lo que pasa que olvidamos los comienzos y eso no se debería olvidar. Al final estás en medio de un campo, que para llegar tienes que ir por un camino de arena y hace un calor de agobio y en invierno pasa lo contrario mucho frío. Vamos que para lo que cobran, es para comer con mantel y evidentemente no al lado de donde pastan las cabras, a menos de un metro. Hay que ser humilde y saber de donde venimos y dónde estamos. Por lo demás la comida muy buena, la pena no poderla saborear y llevarte un mal...
Read morePedimos varias bandejas de carne y algo de verdura, la carne estaba bien de sabor, jugosa y en su punto de sal, pero la ración de calabacin con salsa Romescu me parece excesivamente pequeña en proporcion para los 17 euros que vale la ración y se lo comente, nada mas verla pensamos que eso era un aperitivo mas que una ración. Como he trabajado en hosteleria y se de lo que hablo le dije al camarero que al plato deberían de ponerle otro nombre porque eso ha sido un visto y no visto. Su respuesta fue que hay que pagar el trabajo y que el es el que pone los precios de sus platos. ¡Hombre!, salimos a tres bastoncillos pequeños tamaño patatas fritas de burguer para seis personas de calabacin y a una cucharilla rasa de postre de salda romescu por persona ¿Eso es proporcional a los 17 euros de la ración? La parrillada de verduras era proporcionalmente mucha mas cantidad y variedad por menor precio. Yo no volveré por detalles como esos. Personalmente no pedi postres pero probe el tiramisu, el flan de bayleis y la tarta de zanahoria y son realmente malos por lo insulsos que saben, El bayleis en el flan no se percibe, tiramisu sin emborrachar con una mascarpone que parece nata y una tarta de zanahoria que ni fu ni fa. Es de esas ocasiones en las que sales de la mesa insatisfecho por el conjunto servicio/precio, no por lo que pagas si no por como lo...
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