CREO QUE ALGO HA DEBIDO DE CAMBIAR RECIENTEMENTE PORQUE LA COMIDA AHORA ES MUY MALA. Entramos aquí estando de paso por la zona ese día, y tras una rápida búsqueda en Google de los restaurantes cercanos, guiándonos por las buenas reseñas de este sitio. La calidad de los platos fue muy mala en todo lo que pedimos. Pedimos los 5 primeros que se ofrecían y solo el cocido montañés estaba aceptable, pero nada de especial. La ensalada era una lechuga de bolsa mala y seca, con un paté de cerdo muy malo y un jamón curado barato y muy salado, ensalada bañada en sirope balsámico malo. El revuelto de verduras no sabía a nada, también bañado en sirope balsámico. El salpicón de marisco era fundamentalmente chatka barata y algunos mejillones en escabeche. El melón con jamón, el melón estaba bueno pero con el jamón barato antes comentado y también todo bañado en crema sirope balsámico, la persona que lo pidió tuvo que dejar la mayoría. De segundo los entrecots apenas se podían comer de lo duros que estaban, los cuchillos no cortaban y los tenedores se doblaban. El sabor de la carne no era malo pero nunca en mi vida había visto un entrecot con tantos nervios y fascias. Se hacía imposible de cortar. Los postres, malísimos. Esto me sorprendió porque había leído buenos comentarios. Cuajada seca, se había encogido hacia adentro en el tarro de barro en que estaba puesta. Ofrecieron miel pero la persona que la pidió no puede tomar azúcar, y la sorpresa al probarla cuando esta persona se percató que estaba hecha con azúcar y tuvo que dejarla. La tarta de la abuela era una galleta María con Natilla de polvos y sirope de chocolate. Muy mala. La tarta de yogur con naranja era muy dulce y con un sirope de caramelo que lo hacía aún peor. El arroz con leche completamente aguado. El servicio de los camareros fue correcto, teníamos bastante prisa porque habíamos quedado y aunque tuvimos que insistir varias veces en algunas cosas al final se dieron prisa por servirnos rápido que es lo que necesitábamos. Les dejamos buena propina. Se me olvidaba comentar que el responsable nos atendió de malas formas al entrar y nos hizo esperar 15 minutos para darnos mesa pese a que tenía mesas libres y no reservadas, sin ninguna explicación. DESACONSEJO ESTE LUGAR, hay muchos otros por la zona que seguro...
Read moreLa Ribera de Santa Olalla es un restaurante que con paso firme ha ido haciéndose con un espacio en la gastronomía del Valle de Iguña. Los dias de labor da de comer, con menús del día (normal o especial) a personas desplazadas por motivos diversos, generalmente trabajo. Los fines de semana y fiestas suele llenar el comedor con platos más variados y selectos. Todo ello a precios muy asequibles. Dispone de un comedor muy apropiado, tanto en tamaño como en distribución. Pero, a qué se debe el éxito de este restaurante? Yo no dudaría en mencionar a la cocinera, Paula, persona muy trabajadora y a quien le encanta la cocina. Paula consigue unos platos de cuchara riquísimos ( el cocido montañés lo borda), dignos de las abuelas más inspiradas de estos lugares. Su ensaladas variadas no se quedan atrás. Ni los platos más elaborados como el bacalao encebollado, los pimientos rellenos, el milhojas de marisco. Ni las carnes de vacuno o el lechazo. Saca tiempo, además, Paula para hacer sus postres, gran número de ellos caseros, como sus tartas ( de la abuela, tiramisú,...), arroz con leche, flan, crema catalana, mousses... Y por si esto fuera poco, su hija Sofía, maneja el comedor con una maestría que para si quisiera mas de un profesional. Digo esto porque Sofía, además, ha venido compaginando este trabajo con sus estudios, lo que lo hace mas meritorio. El negocio familiar lo completa el padre, Manuel, a quien podemos ver por la mañana haciendo compras. Luego atendiendo la barra del bar y apoyando en el comedor en caso necesario. Por todo esto, no creo que sea un milagro encontrar el comedor lleno, sino producto de una dedicación esmerada, que te hace sentir a gusto y que te despide con la sensación agradable de...
Read morePedimos una ración de croquetas y una clara con mucho limón (literalmente dijimos: “más bien limón con cerveza”). Sin embargo, nos trajeron una bebida amarga, casi sin rastro de limón. Al pedir amablemente que añadieran más, en lugar de corregirlo nos trajeron un Kas de limón y nos indicaron que lo mezcláramos nosotros, sin avisar en ningún momento que se nos cobraría como una bebida adicional.
Nuestra sorpresa llegó con la cuenta: cobradas por separado la caña y el refresco. Al reclamar, la camarera (aparentemente hija de los dueños) reaccionó con una actitud muy poco profesional, elevando el tono, interrumpiendo constantemente y sin asumir en ningún momento que, si no pueden ajustar la cantidad de limón, deberían haberlo avisado antes de traer otra bebida sin consentimiento.
Pedimos hablar con su madre esperando más comprensión, pero la actitud fue aún más agresiva, negándonos cualquier explicación y repitiendo una y otra vez que “habíamos pedido las dos cosas”, ignorando que solicitamos una sola bebida bien servida, no dos separadas.
Las croquetas tampoco ayudaron: insípidas, sabor a bechamel industrial y textura mediocre. Por decir algo positivo: el precio es asequible y otros platos como los estofados y el chuletón tenían buen aspecto. Íbamos a volver a probarlos, pero tras esta experiencia con el trato al cliente, lo descartamos por completo.
Una pena, porque con un mínimo de empatía y sentido común, la situación se habría resuelto en...
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