Éramos dos personas. Reservamos por teléfono para «a partir de las 14:00», según nos dijo la dueña. Llegamos a las 14:10 y ni las buenas tardes. Esperamos a que nos acomodaran en la única mesa disponible que era de dos. Una de las meseras nos dijo que ahora nos sentaba, pero apareció la dueña, saludó a tres comensales de forma afectuosa que estaban esperando detrás de nosotros y nos espetó: «¡Estos van primero! Vosotros tenéis que esperar a que acaben otros». Así que acomodó a esas tres personas en una mesa de dos, vaya morro. En fin, esperamos pacientemente y 20 minutos más tarde nos sentaron en otra «mesa», que era en realidad una mesa antigua de servicio. Tardaron otros 20 minutos en ofrecernos el menú. La atención de nuestra mesera ha sido correcta, pero la actitud de la dueña ha sido nefasta, porque aquellos comensales que acomodaron antes no tenían reserva (lo sabemos porque les escuchamos decir que no sabían si comerían porque estaba el restaurante lleno). Por supuesto que puedes hacer favores a la gente que quieres, pero la señora se olvidó la discreción en casa. Hemos estado dos horas en total para comer un menú del día. No pedimos postre ni café porque íbamos a estar otra hora más mínimo. De hecho, hubo un grupo de unas 10 personas que entraron después de acomodarnos a nosotros y salieron antes de que a nosotros nos llegara el segundo plato. Una vergüenza. Por otra parte, su marido es encantador y en general la comida estaba rica.
Hay que mejorar la atención y...
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