Si no fuera porque me habían hablado de este sitio diría que me sorprendió encontrar un restaurante con una cocina tan bien armada en un lugar tan insospechado y algo apartado de las poblaciones turísticas cercanas que hay a su alrededor (Dénia está a unos 30km y Jávea no mucho más lejos). Sagra no está en un sitio de paso, hay que ir adrede allí y es una población de unos 400 habitantes, vamos, que no hay nada que haga intuir que pueda haber esta maravilla gastronómica como es Un Cuiner a L'Escoleta de Sagra. Imaginación, originalidad, presentación y elaboración de gran nivel.
El restaurante se encuentra en las instalaciones del polideportivo municipal, rodeado de un bonito jardín y al lado de la piscina. El lugar es muy agradable y tranquilo, el ambiente ayuda a disfrutar de la experiencia. Hay que reservar porque siempre está lleno (por lo menos en verano), en nuestro caso no tuvimos problema con hacerlo dos días antes pero a principio de verano un amigo tuvo que hacerlo con un mes de antelación, eran también más personas e igual eso influyó.
Como era nuestra primera visita, nos dejamos aconsejar por el jefe de sala. Nos dijo que él siempre recomienda el pulpo a la brasa y el cordero confitado con couscous de espelta a los "novatos". El pulpo estaba increíblemente brasero con una fina juliana de verduras y una suave cama de puré de patatas, un plato muy bueno aunque no me sorprendió tanto como esperaba (ya me lo habían recomendado previamente) porque ya había probado platos muy parecidos en otros sitios. El cordero sí que me dejó alucinado, estaba tierno a más no poder, la carne se deshacía y la base de couscous le iba a las mil maravillas. Todo un acierto.
Para empezar arrancamos con un entrante, pa i calentet (pan y calentito), que consistía en unas rebanadas de pan con un alioli templado que visualmente parecía una rodaja de algún queso a medio fundir. El sabor muy fino y agradable. Debajo de esa rodaja había otra con un chorrito de aceite de oliva virgen.
Después nos sirvieron una ensalada verde de capellán a base de diferentes pescados secos como mojama, huevas de maruca, el propio capellán y pulpo. Una ensalada de sabores intensos y salados, rica y original. Le siguió un salpicón de pescado a base de unos salmonetes muy bien cocinados, altramuces, tomates secos (con un cierto sabor ahumado) y longaniza de pascua. Una combinación arriesgada pero muy bien pensada y que combina a la perfección. Desde luego en la cocina hay una buena cabeza además de buena mano.
Luego llegaron el pulpo y el cordero ya comentados, otros platos muy bien elaborados, en sintonía con los demás platos. Mis amigos me dijeron que habrían pedido algún plato más, son de buen comer, pero la cosa quedó solo en un comentario. Para rematar pedimos tres postres, uno para cada uno. Fartó, fresquito de sandía y flan de arrope. Muy originales los tres y con una gran inventiva. Quizá por su frescura el mejor me pareció el de sandía, que ahora en verano sienta genial. Sin duda hay que dejar espacio para el postre porque tienen una oferta muy apetecible y sobre todo original (siento repetirme tanto pero es que es así, la originalidad es una de sus bazas). Tras los postres mis acompañantes no se quedaron con hambre.
El servicio fue a buen ritmo, sin esperas reseñables entre platos ni en ser atendidos. Decir que la camarera que se ocupó de nuestra mesa nos dio una primera impresión de ser muy seca pero fuimos descubriendo su particular simpatía y el trato fue muy correcto. Lo único que yo mejoraría es la forma de decir la carta, parece que la reciten (entiendo que estar todo el día diciendo lo mismo cansa) y se hace algo farragoso saber cuándo empiezan a contar un plato y otro. Te dicen el nombre del plato y la retahíla de ingredientes muy seguido y continúan con el siguiente plato sin ninguna pausa.
En cuanto al precio muy bien, 80€ con refrescos, aguas (nada de vino ni cervezas) y cafés para tres personas. Desde luego una cuenta muy ajustada para la calidad que ofrecieron. Volveré más veces para seguir probando...
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