El 20 de abril de 2025 pasaré a recordar esta comida como uno de los desastres más monumentales de mi corta pero intensa trayectoria gastronómica.
Gestión de la reserva y disposición del espacio Reservamos con antelación para el primer turno, pero nos recibieron en una mesa improvisada con sillas de terraza, distinta a la zona interior, obligándonos a desplazarnos y rozarnos con los comensales de al lado. Para colmo, colocaron justo detrás de un familiar el armario de cubiertos, de modo que cada vez que necesitaban cubiertos nos teníamos que levantar de la mesa: ¡tres interrupciones al inicio y al final de la comida! Inaceptable en cualquier establecimiento con aspiraciones mínimas de comodidad y profesionalidad.
Servicio: mala educación y excusas constantes Salvo un único camarero que, al menos, mantuvo las formas, el resto respondió a cada reclamación con un increible “no es mi culpa”. Malabarismos de excusas, malos modos y un caos total en la entrega de platos: tapas que llegaban con un desfase tan grande que parecían de distintos menús. Cuando uno paga por un servicio de comida espera, al menos, un mínimo de empatía y diligencia; aquí brillaron por su ausencia.
Calidad y sabor de la comida: un insulto al paladar
-Tapas y raciones: Porciones ridículas, insípidas y teñidas con colorante barato. No había ni un ápice de personalidad ni sabor reseñable.
-Paellas y arroces: Pedimos tres arroces especiales (fideuá negra con cigalas; arroz con sepia y alcachofa; arroz de secreto).
La fideuá estaba completamente sosa, sin pizca de sal, desprovista de textura o gusto a mar.
El arroz con sepia y alcachofa era incomible: la sepia gomosa y la alcachofa cruda, como si la hubieran sacado del congelador y la hubieran lanzado al fuego.
El arroz de secreto resultó tan repugnante que quedó intacto en el plato—nunca había rechazado una preparación con tanta firmeza.
-Carnes y croquetas: La carne de las paella de secreto excesivamente dura, con descongelados mal gestionados. Las croquetas, frías y durísimas, directamente del congelador al paladar, un auténtico atentado contra la gastronomía.
Relación calidad–precio: la gota que colma el vaso Adjunto ticket en mano: pagamos una tarifa que no se corresponde ni de lejos con la calidad ofrecida. Y, por si fuera poco, al final nos plantaron un QR para que dejáramos “una buena reseña”. La caradura no tiene límites.
Falta de sensibilidad comercial y compensación A pesar de que nos quejamos en varias ocasiones y de que dos de las tres paellas eran directamente incomibles, no mostraron ni la más mínima deferencia: no nos descontaron ni uno de esos platos que ni siquiera pudimos probar. Todos podemos cometer errores, pero el cliente no debe asumir ni el perjuicio moral de soportar un servicio y una calidad tan nefastos, ni el perjuicio económico de pagar por un despropósito.
Postres: el colmo del desastre Para rematar esta tragicomedia gastronómica, los postres fueron un insulto final:
Churros con chocolate: Llegaron fríos, tiesos y claramente prefabricados. Los churros tenían la textura de un palo de escoba y el chocolate era un líquido aguado, sin cuerpo ni aroma: un despropósito que convertía cada bocado en una experiencia gélida y plástica.
Bizcocho de manzana: Más que un bizcocho, parecía un ladrillo: seco, compacto e incomible, con un sabor rancio y una miga apelmazada que se pegaba a los dientes. Ni un atisbo de jugosidad ni de frescura; un mazacote que ni los más valientes se atrevieron a terminar.
En definitiva, unos postres tan nefastos que aportaron el broche de oro a una comida digna de...
Read moreLa experiencia vivida en este establecimiento resultó insatisfactoria debido a ciertas actitudes del personal que percibí como sesgos de género y, en algunos momentos, con un posible componente de discriminación racial.
Mi familia y yo habíamos realizado una reserva para seis personas. Al llegar, yo vestía un top de tirantes y una falda por debajo de las rodillas, mientras que mi hermana llevaba un top sin tirantes y minishorts. Al ingresar, se me indicó que no podía acceder con “bañador”, aunque en realidad llevaba un top totalmente seco. Mi hermana intervino para aclararlo, lo que evidenció una falta de coherencia, ya que a ella —con una vestimenta incluso más ligera— no se le hizo ninguna observación.
Finalmente, se me permitió entrar, pero poco después otra camarera me dijo que me cubriera con una camiseta, alegando que era una norma de la dirección destinada a garantizar la comodidad de la clientela. Considero importante puntualizar que en ese momento yo estaba sentada discretamente en una mesa de la esquina, de espaldas y mirando hacia la pared, por lo que era difícil que mi forma de vestir incomodara a nadie. Le respondí que no llevaba bañador, sino un top totalmente seco adecuado para vestir, y manifesté con firmeza que resultaba incoherente que otras mujeres de mi familia, igualmente vestidas con prendas ligeras, no recibieran observación alguna. Esta diferencia en el trato llevó a que mi hermana y yo percibiéramos un posible sesgo racial, dado que soy asiática y el resto de mi familia caucásica. Expresé que, si realmente existía una política de vestimenta, debía aplicarse de manera uniforme a todos los clientes, sin excepciones.
Durante la conversación con mi familia, señalé también la incoherencia en la vestimenta del propio personal, ya que todas las camareras vestían minishorts mallas ajustadas, mientras que el único camarero varón llevaba pantalón por las rodillas. Tras este comentario sobre la falta de consistencia en las normas, una trabajadora que nos estaba escuchando se acercó a mi mesa acusándome de faltar al respeto y calificándome de “maleducada”. Quiero aclarar que en ningún momento me expresé de forma ofensiva, simplemente expuse con serenidad la contradicción que observaba.
Mientras recibía esa acusación, pregunté si el problema radicaba en que se apreciara la forma natural del pecho a través del top, algo completamente normal en este tipo de prenda y que en el caso de los varones no suele cuestionarse. La respuesta fue que, si no accedía a cubrirme, debería comer en la terraza, a pesar de que teníamos reserva en el interior para mayor comodidad de mis abuelos. Ante esta situación, decidí retirarme voluntariamente del establecimiento para evitar mayores conflictos y preservar la tranquilidad de la reunión familiar.
Finalmente, mi hermana concluyó que probablemente se trataba de un caso de discriminación racial. Comparto esta reseña con el objetivo de prevenir que a otras personas les ocurra lo mismo y para invitar a reflexionar sobre la importancia de aplicar las normas con coherencia, igualdad de trato y respeto hacia toda la clientela.
Por último, considero relevante mencionar que esta reseña recoge hechos ocurridos en el verano de 2024. Al revisar mi perfil en 2025 advertí que la reseña había sido retirada, por lo que he tenido que reformularla para poder volver a publicarla. Entiendo que en este tiempo el equipo de camareros puede haber cambiado y mi experiencia no necesariamente refleja la situación actual, pero considero importante compartir mi testimonio de forma clara...
Read moreGood afternoon, to say the least because they aren't good. I find it really harsh that when you go to eat with a table reservation from Tuesday at 9:30 in the morning, they tell you that the reservation is not ready and that we should give them 10 minutes to see what they could do. We give them that time and they come out and tell us that if we wait 20 minutes they'll give us the table. However, the waiter tells us that if he gives us a drink while we wait at the door standing in 38°C, they'll take the 20 minutes and they don't bring us the drink nor do we have the table, which is why we had to consider other options and go somewhere else at 3:45 in the afternoon (13 people). Absolute madness, obviously... Oh, people complaining about the rice dishes that look terrible, terrible, and the bathrooms with no water in the taps to wash our hands, or in the toilet 🚽 to flush the toilet. Terrible, it was the first time I went but I have no doubt that I will...
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