La Basílica del Roble, Monterrey
Algunas imágenes tienen la energía suficiente para convertirse en iconos de un pueblo. La fuerza intrínseca de la imagen, por ejemplo, de la Virgen de Guadalupe, acompaña la trama histórica del pueblo mexicano. Está en los comienzos de su historia, si vamos a dar por verídico el relato del Nican Mopohua, aparece a sólo una década de la conquista y se afianza en el alma del pueblo, hasta ser usada como bandera de su Independencia. Y qué duda cabe que sea hoy el símbolo más característico de la mexicanidad, más aún que el águila que devora a la serpiente o una catrina calavera de José Guadalupe Posadas. El regiomontano tiene imágenes propias con las que se identifica. Sería mentira decir que la imagen de la Virgen del Roble tiene esa misma fuerza iconográfica o similar a la de la imagen de la guadalupana, imposible. Y, sin embargo es quizá la imagen que más ha acompañado el andar del pueblo regiomontano, a no ser por la silueta del cerro de la Silla.
La leyenda es popularmente conocida. A grandes rasgos: fray Andrés de León escondió la imagen en el hueco de un roble para protegerla de los ataques de los nativos. Y eso sería cuando los primeros grupos de colonos españoles se asentaron en torno a los ojos de agua de Santa Lucia a finales del siglo XVI. Más tarde, un tanto “olvidada”, la imagen es encontrada por una pastorcita quien escucha la voz de la Virgen que proviene del bosque. Y la imagen es trasladada a la parroquia. Pero como la Virgen no quiere estar en la parroquia, desaparece para volver al nicho del roble donde fue encontrada. Y esto se repite tres veces. Lo que es tomado como señal de la voluntad de la Virgen por que se le construya un templo al que los fieles vayan a adorarla.
Misterio de fe aparte, además de que el relato guarda similitudes con otros relatos de apariciones milagrosas (la pastorcita, la voz del bosque, tres ocasiones, la naturaleza en derredor, la voluntad de la virgen por tener un sitio espacial, etc.), el acontecimiento no solo va marcando la historia religiosa del regiomontano, sino también su desarrollo civil y urbano.
Se distinguen cuatro etapas en el desarrollo de este santuario. La primera sería una pequeña capilla hecha quizá de adobe en donde hoy se encuentra la esquina de las calles de Guerrero y 15 de Mayo. A esta primera capilla le seguiría un templo más fuerte de piedra o sillar que ordenó edificar el segundo Obispo de Monterrey Fray Rafael José Verger hacia 1790, templo que llegó a tener una bóveda pero pronto se deterioró. Una tercera etapa sería la construcción de un templo de bloques de sillar con planta basilical. En 1853, el obispo Francisco de Paula Verea, con donativos del gobernador Vidaurri[1], ordenó la fábrica del nuevo templo. Los trabajos de construcción se extenderían por toda las segunda mitad del siglo XIX, pero a pesar de estar en obras, el templo se encontraba también en uso para los servicios religiosos. El primer libro de bautizos del santuario da comienzo el 15 de abril de 1865, época en la que jurídicamente tiene el nombre de “Viceparroquia del Santuario de Nuestra Señora del Roble”.
Y el 8 de diciembre de 1884 Monseñor Ignacio Montes de Oca celebra la misa de consagración del Nuevo Templo aunque aún no estaba terminado. El mismo obispo, en su sermón de consagración, habla del proceso tanto material como espiritual de ir edificando la iglesia[2].
A finales del siglo XIX al templo, que era llamado orgullosamente “Basílica Lateranense de Nuestra Señora del Roble” se le agregó una gran cúpula, obra del Arquitecto Alfred Giles. La presencia de aquella basílica era imponente.
“Tan orgullosos estaban los regiomontanos de la nueva obra que un periódico tan poco simpatizador del catolicismo como Renacimiento decía que era “la más artística de toda la República[3].”
Pero pronto sucedió algo terrible. La noche del 24 de octubre de 1905 la hermosa cúpula se derrumbó estrepitosamente dejando la...
Read moreHistoria de la Virgen del Roble
En el año de 1592, Fray Andrés de León, benemérito misionero franciscano, colocó una imagen de la Virgen Santísima en el hueco de un roble, para protegerla de las incursiones de los indígenas nómadas y salvajes. Este lugar, conocido con el nombre de “Piedra Blanca”, fue el asiento de la primera misión y, cuatro años después, es decir, en 1596, incluyendo 34 familias de labradores españoles que allí acudieron, constituyó el núcleo de la ciudad de Monterrey, Ciudad Metropolitana que, con el título de Nuestra Señora de Monterrey, y bajo la advocación de la Pura y Limpia Concepción y Anunciación de Nuestra Señora, fue fundada el día 20 de septiembre de 1596, por el Gobernador y Capitán General Don Diego de Montemayor. En el naciente “Nuevo Reino de León”.
En cierta ocasión, no mucho tiempo después de la fundación de la ciudad, una sencilla y humildísima pastorcita que cuidaba las cabras del pequeño ganado familiar, mientras pacían en los campos cercanos a su hogar, oyó que desde un roble la llamaban con toda claridad e insistentemente por su propio nombre. Los padres de la dichosa niña acudieron presurosos al lugar de la singular aparición y, al contemplar la belleza de la Imagen, rodeada de luz y expidiendo suaves efluvios, condujeron la Imagen mariana al recinto parroquial. A la mañana siguiente, cuando todos los vecinos se levantaron, se encontraron con el inexplicable hecho de que la Imagen no se hallaba en su lugar. Y al volver presurosos e intrigados al lugar donde había sido hallada la Imagen, la encontraron en el mismo hueco del roble de donde había sido transportada el día anterior. Con esta actitud, la Señora del cielo quiso dar a conocer su voluntad expresa de que precisamente en ese lugar se edificase un templo. Y dice la piadosa y verídica historia, que el hecho se repitió tres veces, como para que no hubiera lugar a duda. […].
Esta imagen es la que actualmente se venera en el majestuoso Santuario de Nuestra Señora del Roble y se celebra su fiesta patronal el 18 de Diciembre y su coronación Pontificia...
Read moreEl regiomontano tiene imágenes propias con las que se identifica. Sería mentira decir que la imagen de la Virgen del Roble tiene esa misma fuerza iconográfica o similar a la de la imagen de la guadalupana, imposible. Y, sin embargo es quizá la imagen que más ha acompañado el andar del pueblo regiomontano, a no ser por la silueta del cerro de la Silla.
La leyenda es popularmente conocida. A grandes rasgos: fray Andrés de León escondió la imagen en el hueco de un roble para protegerla de los ataques de los nativos. Y eso sería cuando los primeros grupos de colonos españoles se asentaron en torno a los ojos de agua de Santa Lucia a finales del siglo XVI. Más tarde, un tanto “olvidada”, la imagen es encontrada por una pastorcita quien escucha la voz de la Virgen que proviene del bosque. Y la imagen es trasladada a la parroquia. Pero como la Virgen no quiere estar en la parroquia, desaparece para volver al nicho del roble donde fue encontrada. Y esto se repite tres veces. Lo que es tomado como señal de la voluntad de la Virgen por que se le construya un templo al que los fieles vayan a adorarla.
Misterio de fe aparte, además de que el relato guarda similitudes con otros relatos de apariciones milagrosas (la pastorcita, la voz del bosque, tres ocasiones, la naturaleza en derredor, la voluntad de la virgen por tener un sitio espacial, etc.), el acontecimiento no solo va marcando la historia religiosa del regiomontano, sino también su desarrollo...
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