Hotel Restaurante Castillo D Acher

Opinión referida solamente al restaurante, único servicio que utilizamos. Salimos de este restaurante con la desagradable sensación de que nos habían tomado el pelo y de que habíamos estado en un zoco de Fez o Marrakech, donde te intentan engañar y cobrar todo lo posible por cualquier cosa. Desde la víspera, por teléfono, teníamos reservada una mesa para seis comensales para el martes 19 de noviembre. Tuvimos que elegir este sitio ya que, en estas fechas, por esta zona, está prácticamente todo cerrado y era la única opción. Al llamar para reservar, nos dijeron que fuéramos mejor tarde, como mínimo a las 15h, que antes "estarían liados". Llegamos incluso un poco más tarde, a las 15:20h (que bajábamos del monte), por lo que les pedimos disculpas... Nos dijeron que, sin problema, pero a la hora de pedir, nos informaron que del menú normal "ya no había nada, que se había acabado todo…" pero que teníamos, eso sí, el "menú especial". En fin... El trato empezó además siendo bastante desagradable y un poquito "borde", con perdón (luego el patrón, marroquí, se hizo algo más el "simpático"). Lío para pedir y repetición de lo que queríamos, que no se aclaraban y encima el tipo de mosqueó con nosotros. De las cosas que estaban en el menú "especial", pedíamos y al cabo de un rato salía el patrón y decía que no, que tampoco había de eso, que "es que eso que les hemos ofrecido y ustedes han elegido, no hay, que es que lo estamos preparando ahora para otro día y otros comensales". Así varias cosas. Vimos los suplementos abusivos de 12 € en algunos platos, platos que nos sugirieron y que ni se nos ocurrió pedir, claro. La comida que conseguimos que nos sacaran, sin más, vulgar del todo, fría en varios platos (lo que debía estar caliente) y que no nos proporcionó ninguna alegría. Muy mal escalonamiento de los platos, con diferencia de más de 20 minutos en sacar el primero entre unos y otros del grupo. Al final nos salió la broma a 25 € por persona, lo que debía haber sido un menú normalito para quitarnos el hambre al bajar del monte, sin pena ni gloria en ningún sentido, más bien todo lo contrario. Mal comidos y mosqueados. Sitio nada aconsejable, en el que no hay que repetir.