Mirasoles cuenta con dos salones internos y un patio grande con mesas que, por supuesto, siempre están vacías. Las pocas veces que vine (porque a mis padres se les ocurrió almorzar tarde y no había otro lugar disponible), el lugar estaba casi vacío. Tanto que daba pena. La atención es muy regular y la comida también. Una vez pedimos un calzón de champiñones y la masa estaba medio cruda. Otra vez, el queso estaba frío y no se había derretido. También vi las papas fritas de la otra mesa y chorreaban aceite. La última vez que tuve el infortunio de caer en este lugar, afuera hacía 32°C y adentro el aire estaba a 29°C. Le pedimos que lo baje más pero el aparato se subía solo. No lo recomiendo a menos que sea la última opción (como mis padres que siguen eligiendo este lugar tan deprimente), sino anda al supermercado y compra jamón, queso y pan. Comes mejor.