Visitamos el restaurante Can Rin este verano en su terraza y fue una experiencia encantadora. La brisa fresca que corre entre las mesas, combinada con el entorno bucólico, crea una atmósfera relajante y perfecta para una velada gastronómica que invita a desconectar del ajetreo diario y sumergirte en un oasis de tranquilidad.
La velada comenzó con una selección de entrantes que dejó una excelente impresión. La ensalada de queso brie frito fue una delicia, con su contraste perfecto entre el crujiente del queso y la frescura de los vegetales. Los pimientos de Padrón, con su toque de sorpresa entre los picantes y los suaves, añadieron un toque de emoción a la mesa. Los calamares a la andaluza, crujientes y tiernos, estaban deliciosos, (aunque fue el único plato que nos pareció pequeño en cantidad). Las croquetas de rostit con su relleno cremoso y sabor casero, fueron irresistibles. Sin embargo, los mejillones fueron, sin duda, lo mejor de la selección: frescos, jugosos y perfectamente condimentados.
Para los platos principales, optamos por dos arroces que se destacaron tanto en presentación como en sabor. La paella del señorito, con sus mariscos desmenuzados y su arroz impregnado de un sofrito delicioso, fue un acierto seguro. El arroz negro con pulpo y sobrasada, con su sabor intenso y textura única, este a mi parecer fue el mejor arroz.
Para acompañar estos platos, elegimos un vino blanco natural espumoso “A Pèl”, cuya frescura y notas afrutadas complementaron a la perfección cada plato.
El cierre de la comida fue igual de espectacular con los postres. El queso con mango resultó ser una combinación refrescante y equilibrada, mientras que el coulant de chocolate, con su centro fundente y rico sabor, fue el broche de oro perfecto para una comida excepcional. En resumen, Can Rin ofrece una experiencia gastronómica inolvidable en un entorno que invita a relajarse y disfrutar de cada momento. Fue un almuerzo...
Read moreCan Rin, Cabrils – “L’art de cobrar car allò corrent”
Vam entrar a Can Rin amb les expectatives pels núvols , recomanats per un familiar i pensant que descobriríem una joia gastronòmica a Cabrils. Doncs bé, joia sí… però de bijuteria. De tots els restaurants de la zona (L’hort de les monges, l’Hostal de la Plaça, Cal Gras, Ca l’Estrany…), aquest ha estat, sens dubte, el que més mal gust de boca ens ha deixat.
Els preus són d’estrella Michelin 💫, però el menjar… més aviat de menú de bar de poble amb pretensions. Vam començar per les “braves”: unes patates que ja arriben amb la pell, les parteixen per la meitat i cap al plat. Tot un exercici de creativitat culinària, I les salses… vaja, de debò és tan complicat preparar un allioli i una brava com s’ha fet tota la vida?
Les croquetes, impossibles de demanar sense deixar anar una riallada: 2,80 € la unitat. Sí, sí, la unitat. A aquest ritme, millor hipotecar el pis per demanar mitja dotzena.
Vam seguir amb els torreznos de Sòria amb guacamole: 16,50 € per uns torreznos que ni fu ni fa. Els calamars a l’andalusa, 21,50 €, almenys eren acceptables, aplaudiments per complir lo bàsic! 👏
Però els segons van ser el gran espectacle.
L’arròs del senyoret, incomestible de tan salat que estava 🧂.
El garrinet desossat, igual, una altra bomba de sal.
I el llobarro fregit… millor no comentar-ho massa, perquè mai havíem vist un peix servit amb tan poc encert.
Vam rematar amb les postres, on en vam demanar tres i en van portar dos. I allà ja vam decidir que ni cafè ni res: l’experiència ja era prou “rodona”.
En resum, un restaurant per a comensals molt chic, que hi van més pel postureig que per la cuina. Molta aparença, poc sabor i preus inflats com un suflé que s’ensorra al primer mos.
No hi tornarem. Ni recomanats. Ni...
Read moreEsta noche decidimos exponer nuestras almas de gourmets belgas a las influencias españolas de Can Rin en Cabrils. Con grandes expectativas y un buen apetito, entramos en este restaurante con una decoración acogedora y una ubicación magnífica. Lamentablemente, lo que siguió fue una noche llena de decepciones y momentos incómodos.
Todo comenzó bien con el servicio: si alguna vez hubiera una medalla olímpica para la mala educación, el personal de Can Rin sin duda ganaría el oro. Al llegar, tuvimos que esperar 10 minutos antes de que alguien nos recibiera. Luego, tuvimos que esperar otros 20 minutos para poder pedir el aperitivo. Nos sentimos tan bienvenidos como un ratón en una fábrica de queso. Ninguna vez nos preguntaron si todo estaba bien, tal vez porque ya sabían la respuesta.
Y luego la comida. El pollo estaba tan seco que parecía haber atravesado el Sahara antes de llegar a nuestro plato. ¿Y las vieiras? ¡Tres piezas como plato principal – qué broma! Una simple ensalada habría sido más satisfactoria. Estaba claro que Can Rin intenta darle un toque francés, pero lamentablemente, poner un croissant en el plato no te convierte en una pastelería.
En resumen: un restaurante bien decorado en una ubicación fantástica, pero si tienes hambre, es mejor que traigas un sándwich de casa. Can Rin, gracias por esta experiencia inolvidable – la próxima vez traeremos nuestra propia...
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