De camino al fin del mundo (fisterra para los iniciados) uno busca encontrarse, antes de dejar atrás la orilla ibérica del Atlántico, un sitio donde al engullir, comer, devorar y saborear tengan cierto arraigo con un lugar que dejas atrás para siempre. Uno espera eso, pero al mismo tiempo también asume que buscando en google en el coche de camino, los riesgos de que el Menú del Día sea la mejor opción empiezan a cristalizar. Y así, después de reservar in extremis, y de no seguir la advertencia del camarero “no hagáis caso al navegador” (cerca estuvimos de acabar comiendo en un prado rodeado de vacas), llegamos. El aterrizaje es inesperado, la arquitectura del lugar es moderna, hormigón, vidrio y pino, pasaría sin problemas por un nuevo exceso de modernos, templo de desmanes baratos de almas vacías. Nada de esto último fue cierto allí, el Camarero que desconocía gran parte de los misterios de la carta a cambio nos sugirió hablar con el dueño que también llevaba mandil y atendía las mesas. En justicia diré que los platos estaban buenos, Que ninguno me sorprendió y qué pese a la modernidad que nos rodeaba los precios seguían siendo del siglo pasado. Lo único que no era de este mundo, y que conmueve a cualquiera que le gusta ver las cosas bien hechas es el amor con que el dueño hablaba del pan, cocinado en su propio horno, y por el que tenían que levantarse todos los días excepcionalmente pronto. 5 minutos duró la explicación, donde prometió comprar otro horno para mejorarlo un poco más... y acercarse al de Germán (una institución panadera de estas tierras) que es quien le había confiado todo el conocimiento. Es decir, uno puede ser brillante o un impostor, pero nadie que hable con amor de algo que sirve gratis te deja indiferente. Larga vida al fin del mundo, Larga vida al...
Read moreLugar de culto para los amantes de los vinos de la zona y de la buena comida.
Había unas vistas espectaculares. Creo que se veía Canadá.
Fuimos un grupo de salvajes por el cumpleaños de una amiga.
Pedimos el menú degustación con maridaje y no se que otras hostias. Con cada plato te ponían un vino diferente. Me bebí todos. Todos los del bar.
A pesar de estar en la mesa con unos cuantos buenos alicates les llamaron la atención a los de la mesa de al lado.
Cada vez que te servían un vino te explicaban la movida. No me enteré de nada. Yo solo quería seguir bebiendo. Cosa que hice hasta el punto de no saber si estaba en Finisterre o en Estambul.
Trajeron como 30 platos. No se. Dejé de contarlos cuando íbamos por el segundo. Mezclé bebida sin control como mezcla un obrero el cemento.
Un amigo le contó un chiste al jefe y le hizo gracia. No le hizo tanta gracia vernos beber la crema de orujo sin manos.
El personal era gente amable y comprensiva. Me rellenaban la copa de vino contínuamente.
Otro amigo intentó ligar con la camarera pero ella estaba comprometida. Bebimos más.
El que debía ser el dueño se lo tenía bien estudiado. Era el que nos contaba la movida que había detrás de cada vino. Quedé en llevarle una botella de vino el año que viene.
Te recomiendo ir sin haber bebido nada antes, porque nosotros no lo hicimos y salimos de allí como centollos.
Luego en casa hubo aquagym y gente...
Read moreA diamond in the rough. If you are anywhere near Finisterre, and you enjoy great food and wine, this place is a must. The view from the restaurant is unparalleled, and the food (do the tasting menu with the wine pairing) ranks with the best I've had anywhere. Forget the fish joints around the harbor (however much they've been touted by tourists and hotels), this is a unique experience at a price that is comparable to the...
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