Y fue en el duodécimo día del mes de agosto del año de Nuestro Señor de milésimo ducentésimo vigésimo quinto más seiscientos, que arribé a la posada cuyo nombre guardo en mi memoria.
Ved aquí una sala de mesón, bien ornada con maderas nobles y azulejos pintados, cuya decoración costumbrista recoge y preserva el alma de estas tierras: figuras de caballeros y damas, toreros y bestias bravas, yacen inmortalizadas en cerámica cual crónicas de gestas pretéritas. Tras el mostrador, un tabernero inclinado, presto a preparar brebajes y licores para el alivio de viajeros y comensales. Al fondo, mesas de madera recia acogen a los parroquianos, que en amena charla comparten viandas y vino. A la diestra, una escalera de piedra, flanqueada por muros de mármol claro, se alza como acceso a aposentos más altos, quizá reservados para huéspedes ilustres o festines privados. La luz, filtrada y suave, confiere al lugar un aire de refugio seguro, donde el tiempo parece detenerse y las historias fluyen como buen hidromiel en jarra de barro.
En lugar destacado reposaba una rareza digna de los talleres de un maestro artesano: un reloj que, en su hechura, asemejaba horno con chimenea y cortinillas, guardián del tiempo y centinela del salón.
La mesa ofreció viandas sin alardes, pero cumplidoras de su cometido: sustentar al viajero con decencia y sin agravio al paladar. El vino de la casa, de buen linaje, se mostró más que correcto, siendo compañero fiel durante toda la colación.
El mesonero, figura principal de aquel feudo gastronómico, se mostró mudable como el ánimo de un rey en consejo: ora dispensaba amabilidad generosa, cálida como fuego en invierno, ora caía en un desdén helado que apartaba el trato cordial como si fuera un extraño.
La contienda final con los postres no halló victoria; faltos de gloria, no lograron elevar el banquete a empresa memorable… salvo por el flan de nueces, joya excelsa que brilló con luz propia y redimió en parte la sobremesa.
Empero, el precio fue muy buen precio, justo en razón a la cantidad y calidad servidas, sin rastro de avaricia ni abuso de mercader ruin.
Y así se deja escrito en esta crónica para que, en tiempos venideros, sepan los que lean que en dicha posada hallarán trato digno, vianda correcta y vino de noble espíritu, y que si bien la repostería cojeó, el flan de nueces merece ser recordado en...
Read moreImpresionante tanto el servicio como la comida, sin lugar a duda ¡volveremos!
El servicio muy amable y atento, nos recomendaron platos locales y fue todo un acierto. Recomendar el pastel de berenjena y el ternasco, impresionante el sabor y el punto de la carne, se nota que tienen buen producto y saben cómo trabajarlo. Además, disponen de pan sin gluten. Restaurante familiar, muy acogedor, con gran variedad de vinos, y un precio inmejorable.
El servicio de desayuno muy bueno, gran variedad de opciones dónde elegir, el café excepcional y la bollería del día. Disponibilidad de leches vegetales y sin lactosa.
Las habitaciones y zonas comunes muy limpias y espaciosas, destacar que tienen una estantería de intercambio de libros que nos fascinó, donde puedes dejar uno tuyo y coger uno de los que hay.
Colchón cómodo, suficientes almohadas y ropa de cama por si necesitas taparte. Las ventanas se pueden abrir completamente, y alguna de las habitaciones tiene un pequeño balcón. Todas eran exteriores, por lo que luz no les falta.
¿Qué más se puede pedir?...
Read moreCasa Amada is everything you need to spend your night in La Iglesuela, the room I shared with my brother had two beds and a private bathroom. The dining area was spacious and offered a large menu with many options at a reasonable price. The host let us put our bikes in a separate building where they were kept safe. Very good...
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