Pésima atención y pésimo servicio. Y de postre, maleducación.
Entramos en este restaurante sábado 18/11/17 a las 19.00, buscando picar algo fresco y sobre todo una chimenea para calentarnos, que hacía frío y nos dijeron que era el unico bar con chimenea de Mugardos. En ese momento estaba vacío.
Nos acercamos a la mesa en frente de la chimenea, donde antes estaban sentadas la dueña y la camarera, empezamos a hablar entre nosotros y con ellas comentando como se estaba a gusto al lado de la chimenea - con la amabilidad que caracteriza a las personas que han recibido educación y quieren disfrutar de una tarde agradable entre amigos en una tasca del puerto - después de que ellas se levantaran preguntamos si podíamos sentarnos en esa mesa, pero con mala cara nos hicieron entender que estaba ocupada por ellas. No pasa nada, pensamos, había otras mesas vacías al lado de esa.
No se molestaron en ponernos ninguna otra mesa cercana, nos buscamos por nuestra cuenta otra mesa más lejos, nos sirvieron las cervezas y ni se molestaron en llevarlas a nuestra mesa, tuvimos que levantarnos e ir a recogerlas nosotros a la barra.
Había una tabla de pinchos en la barra, y por supuesto ni nos los acercaron.
Mi hija de 5 años me pidió si podía dibujar, ya que había una caja de colores para niños cerca de su mesa, pregunté si se los podía dar y la entrañable dueña adució que "no tenían folios" y que la niña "se iba a manchar". Durante los minutos siguientes mi hija - educatamente - seguía preguntándome si podía dibujar, ellas la escuchaban claramente porque el bar estaba completamente vacío, pero por supuesto la tan amable propietaria pasó de largo de ella - ¡que no se te ocurra ser amable con una cría de 5 años! - y para colmo cuando llegaron los niños de su familia, de su misma edad, se pusieron a dibujar en la mesa de la chimenea.
Pedimos una carta para comer - que por supuesto tuvimos que ir a recoger nosotros a la barra - pasaron de largo de nosotros porque ni se acercaron para pedir si querríamos comer algo, y como vimos que habían subido a mano varios precios de la carta - unido a una ligera carencia de educación y amabilidad - decidimos no probar sus famosas raciones de pescados y mariscos - que por cierto están más caras que en muchos bares de Ferrol y Coruña. Entraron otros señores, del pueblo, se sintaron a nuestro lado y con ellos bromas y sonrisas. La guinda.
Rematamos las cervezas, pagamos, saludamos sonriendo - porque a nosotros la educación sí que la enseñaron - y por supuesto ni se molestaron en despedirnos o a una alusión de sonrisa.
Un consejo para la dueña: en cualquier oficio como en la vida, amabilidad y cortesía no deben faltar nunca.