No fue una buena experiencia, la verdad, fuimos a comer 2 adultos, 1 niño de 5 años y un bebe de 14 meses, tenían menú cerrado por 22 €, nos hicieron un hueco sobre las 15.00 h para comer y lo primero que informamos fue de que íbamos a pedir 2 menús ya que los niños podrían comer de lo nuestro, pero que cobrara lo que fuera necesario sin problema, ya notamos que esto no les gusto y su respuesta fue que si solo íbamos a pedir 2 menús me hubieran situado en otra mesa, y que claro esto era como cuando le dices a tú madre que vais 2 comer y os presentáis 3, lo que no entendí, ya en mi casa donde comen 3, comen 4, lo siguiente fue pedir un trona para la niña, que tuvimos que solicitar varias veces, cuando la trajeron estaba muy sucia y le dijimos que si por favor nos la limpiaban, la contestación de la camarera fue que ahora estaban muy liadas y ahora no estaban en eso, me levante a limpiarla yo mismo y el dueño Luis, se acerco con una bayeta y finalmente la limpiaron, nos recogieron los cubiertos con lo que iban a comer los niños, así como los platos, al saber que íbamos a pedir 2 menús. Observamos detalles feos, pedí de 2do escalope con patatas y la mesa de al lado con patatas hasta arriba y nosotros con 10 patatas contadas ( dadas las circunstancias, ya piensas mal de todo), que por cierto también iban con un peque en trona y dudo mucho que le pidieran un menú, ya que comían de los platos de sus padres, aquí no le importo tanto ya que era una mesa de 8 y conocidos de la casa, detalles absurdos que hacen sentirte a disgusto. Esto altero nuestros planes, aunque la comida estaba buena, no la disfrutamos, nos quedamos cortados con el trato, después de la comida y al ir a pagar se lo comentamos al dueño que pensábamos que no habían actuado bien con nosotros y la excusa fue que otros cliente piden 2 menús y que los niños comen más que los adultos, en fin creo que deberían especificar , y mas cuando hay un menú cerrado, si hay un coste de servicio por niño y así evitar malos entendidos, es raro ver un niño de 5 años o de 14 meses comerse un menú de alubias rojas con chorizo y un escalope con patatas, a nosotros luego no nos cobro ningún sobre coste, pero sinceramente hubiéramos preferido que nos cobrara algo antes de hacerte sentir como que eres un jeta. Pensándolo fríamente deberíamos habernos ido, pero una vez sentados y al habernos hecho un hueco no lo contemplamos. No tengo nada en contra de ningún sitio ni restaurante, solo era comentar nuestro...
Read moreRestaurante La colina: una experiencia gastronómica... para olvidar (si tienes suerte)"
He tenido el privilegio de cenar en restaurante la colina y todavía no sé si fue un restaurante o una prueba de resistencia al estómago. Pedí un cachopo y recibí algo que parecía sacado de un documental de crímenes culinarios. La carne tenía una textura que solo puedo describir como "sospechosamente misteriosa", y cada bocado era un juego de ruleta rusa con mis papilas gustativas.
La limpieza del local… ¿cómo decirlo? Digamos que el suelo tenía tanta historia que debería estar en el Museo Arqueológico. Cada rincón parecía estar decorado con un toque de suciedad vintage que solo un auténtico restaurante olvidado por el tiempo puede ofrecer.
El camarero, digno de un Oscar a la improvisación, le vendía a la mesa de al lado que la carne era "asturiana", con una cara de convicción que me hizo dudar si también creía en unicornios. El pobre cliente le contestó que "estaba todo buenísimo", y ahí entendí que debía haber perdido el sentido del gusto en la entrada... o estaba secuestrado emocionalmente.
Lo que más me intriga es cómo este sitio tiene un 4,2 en Google Maps. ¿Será que ofrecen WiFi gratis si pones 5 estrellas? ¿O quizás te regalan una servilleta limpia (la única) si elogias el cachopo?
En fin, si buscas un sitio donde salir con hambre, dudas existenciales y una posible cita con el médico de digestivo, restaurante La colina es tu lugar. Si no, corre......
Read moreEl horror tiene forma de cachopo
Dicen que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde… yo no sabía lo que era un buen cachopo hasta que probé este atentado gastronómico. Crudo por dentro, con un queso invasivo que anulaba todo lo demás (incluidas mis ganas de vivir) y un rebozado digno de una zapatilla olvidada en un trastero húmedo. Textura: mezcla entre corcho mojado y lija del 40.
La carta, por su parte, parecía diseñada en un ascensor, en lo que dura un viaje del primero al tercero. Tres platos mal contados, cero inspiración, y ni rastro de variedad. Un menú tan plano que se podría imprimir en una servilleta… usada.
Y el broche de oro: el dueño. Una auténtica estrella del trato seco, con el carisma de un cenicero y el entusiasmo de un cuñado que se ha bebido tres copas y cree que tiene razón en todo. Ni una sonrisa, ni una recomendación, ni una pizca de gracia. Solo frases cortas, miradas largas y ganas de que te vayas rápido para seguir viendo el fútbol.
Salimos con el estómago revuelto y el alma rota. Lo único que se salvó fue el agua del grifo, y ni eso estaba fría.
Recomendado solo si quieres vivir una experiencia culinaria traumática o escribir un capítulo para tu futuro libro de restaurantes a evitar...
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