Llegas a Vila-Rodona una noche de invierno, buscas con la ayuda de Maps y te diriges a la calle indicada. Nada parece intuir que en ese lugar haya un restaurante: ausencia de luces, letreros o espacios identificados al uso. Te asomas, retrocedes y te autoconvences con un solemne: "tiene que ser aquí".
Accedes a un garaje con paredes de ladrillo, sin remozar, como la torre de tu cuñado a la que llegas de tanto en tanto. "Debe ser la puerta esta...", intuyes, más que nada porque no hay otra. Tocas con cierto reparo, no vayas a molestar en el salón de la casa de alguien, y efectivamente, escuchas detrás un tranquilizador "endavant, passeu, passeu...".
Entras en un (literalmente) garaje adaptado. No más de 6 mesas, mobiliario rústico, maderas, vinos, estanterías, algún cuadro, paredes pintadas y la amabilidad (y la sonrisa) de los anfitriones. Huelen la forastería porque se saben el censo de memoria. Te informan que las cervezas son de estilo artesano y los vinos aprecias que son muy de la tierra, de proximidad, como gusta decirse actualmente.
Tras el vistazo de rigor a la carta, moderada en opciones, pedimos la tortilla de bacalao, unas cocas (coquetes) de ensaimada con sobrasada, el canelón crujiente de manzana con pies de cerdo y trufa y para el final un fricandó de l'àvia (de la abuela) y unos pulpitos (popets) en salsa. Los buñuelos de bacalao no fueron posible, pero caerán en la próxima.
Por favor, llamen al cura para que oficie la eucaristía tras recibir los actos culinarios sacramentales. Las "coquetes", el canelón y la tortilla de bacalao están a otro nivel, sabores impregnados de tierra y producto, un placer autóctono digno de lugares de estos que no te dan de comer, pero en los que dicen hacerte "vivir una experiencia". Dejen las monsergas para otra ocasión y disfruten.
Un vino de la Conca de Barberà que hacía los honores al fricandó y los pulpitos soberanos en su salsa. Del fricandó me sobró la parmentier, quizá en exceso para mi gusto, pero esto ya es personal. Los popets y la salsa para mojar y rebañar. Una tarta de zanahoria con un toque distinto, pero de bizcocho agradable, meloso y con el dulce justo sin empalagar.
Lugar de recuerdo para volver y perderse por esos pueblos de interior tan agradables e injustamente olvidados. Calidad precio más que razonable. Tiene mucho que ofrecer y a estas pruebas me remito. Un verdadero placer. No se lo pierdan, merece la pena vivirlo. El servicio acorde con lo servido y degustado, cercano y familiar. Fue como ir a casa de un amigo invitado al que no visitabas...
Read moreLlépol is a real gem! We ate here for the second time yesterday. The food is both traditional and comforting, based on great seasonal and local produce, and innovative with lots of surprising combinations. They also have a great offering of wines. And Beth and Albert (the owners) are a wonderful couple who will take great care of you. Highly...
Read moreThis was a blast of complex flavors and taste. Amazing blend of local ingredients with intellectual cooking. Having eaten at some of the most exquisite restaurants in the world, I don’t think the chef knows how good she is...! landed here because of a detour we had to take due to accident on the highway. Perhaps the universe wanted...
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