Entrar en Nonna Vera no es solo volver a un restaurante. Es como abrir la puerta de un viejo DeLorean aparcado junto a Riazor, ajustar el condensador de fluzo y fijar el marcador en algún punto de 1988, cuando todo parecía más sencillo y sabroso. El aire cambia. Suena una campanilla —como si se activara la energía temporal— y, de pronto, estás allí otra vez: en esa Coruña que aún soñaba con el Dépor en lo más alto y donde La Tavernetta era más que un sitio para comer… era una máquina del tiempo con aroma a albahaca y tomate.
Yo ya era cliente entonces. Cliente y fan. Y volver ahora, después de tanto tiempo, ha sido como alcanzar las 88 millas por hora sin darte cuenta. Cerré los ojos al entrar… y todo estaba allí: el aroma de la salsa casera, el murmullo sereno de un comedor íntimo, el gesto amable al recibirte. Como si Marty McFly se hubiera bajado un momento del coche para decirte: “tranquilo, nada ha cambiado aquí”. Todo igual de riquísimo que antes. Todo igual de verdadero.
Ahora el nombre ha cambiado, y también la historia. Nonna Vera es un homenaje a quien lo empezó todo: Vera, la madre, la mujer que convirtió aquel pequeño local en un hogar. Su hijo, Cristian, ha tomado las riendas con pasión y respeto. Y junto a él, su padre, José Manuel —una especie de Doc Brown culinario, sabio y entrañable— camina entre mesas con una sonrisa pausada, contando recetas como quien cuenta secretos del tiempo. Es hermoso ver cómo un legado sobrevive, plato a plato, sin perder un solo segundo en el calendario.
La carta no busca fuegos artificiales. No los necesita. Su fuerza está en lo sencillo, en lo bien hecho. En la fidelidad a una forma de cocinar que no se rinde a las modas. La Valdostana sigue siendo ese plato que parece abrazarte desde el primer bocado. Y los spaghetti a la “Nonna Vera”… qué decir. Firmes, al dente, auténticos. Como si hubiesen cruzado los Alpes en una maleta antigua. Como si la receta estuviera escrita en una nota olvidada en el salpicadero del DeLorean.
La comida fue casi perfecta. Mi hija pidió los canelones y, por algún motivo, no fueron de su agrado. Apenas los probó y los dejó casi intactos. José Manuel, con esa mezcla de atención y orgullo que lo caracteriza, se acercó a preguntar. Incluso se ofreció a traerle otro plato, aunque ella finalmente no quiso nada más. Lo único que empañó la experiencia fue descubrir, al pedir la cuenta, que se había cobrado el plato no consumido. Un detalle menor, sí, pero que contrastó con la calidez del resto del servicio. Fue solo eso: un paréntesis humano en una escena cuidadosamente rescatada del pasado.
Aun así, Nonna Vera es una joya. Un lugar al que se entra con hambre… y se sale con el alma llena. Para quienes estuvimos allí en otra vida, es como reencontrarse con un viejo amor al que no le ha pasado un solo año. Para quienes llegan por primera vez, será como descubrir un tesoro escondido en el fondo de una vieja cinta VHS.
Porque aquí, en Nonna Vera, no solo comes; viajas en el tiempo. Basta con cruzar la puerta para que todo se encienda: las luces, los recuerdos, el paladar. Como si el tiempo se hubiera detenido a propósito para conservar lo esencial. Y aunque afuera el mundo corra y cambie, aquí dentro todo sigue en su sitio.
Porque lo auténtico, lo que se hace con alma, con manos, con memoria… no necesita volver: simplemente...
Read more🍕 Nonna Vera: donde la pizza es arte… y Cristian es el Miguel Ángel del horno de leña. 🍕
Entrar en Nonna Vera es como recibir un abrazo italiano: cálido, sabroso y con olor a albahaca fresca. El ambiente es acogedor, las luces invitan a quedarse horas, y el verdadero espectáculo está tras el mostrador… Cristian, el alma del lugar.
Este hombre no solo tiene encanto de sobra, ¡tiene manos mágicas! En serio, si las asegurara, a las aseguradoras les daría un infarto. Hace unas pizzas que no se comen, se veneran. Masa fina, crujiente, ingredientes frescos, y ese toque suyo que no se aprende, se nace con él. Lo mismo te lanza una pizza al horno que te lanza un piropo en italiano… ¡y en ambos casos acierta!
Nonna Vera no es solo comida, es una experiencia: un pedazo de Italia sin tener que hacer cola en el aeropuerto. Cristian combina carácter, tradición y un saber hacer que solo los que aman lo que hacen pueden transmitir.
¿Mi consejo? Ve con hambre y sin prisa. Y dile a Cristian que te recomiende algo: nunca falla. Y cuidado… que vienes por una pizza y acabas volviendo...
Read moreUna experiencia deliciosa de principio a fin
Visité este restaurante y quedé gratamente sorprendida desde el primer momento. El ambiente es cálido y bien cuidado, con una decoración que invita a quedarse. El personal fue muy atento, amable y siempre dispuesto a ayudar.
La comida fue excepcional. Probé varios platos y todos estaban llenos de sabor, bien presentados y con ingredientes frescos. Se nota el cuidado en cada detalle y el esfuerzo por ofrecer una experiencia de calidad.
El servicio fue rápido, incluso con el lugar lleno. Un detalle extra que me encantó fue el ambiente general: agradable, buena iluminación y un toque especial que hace que quieras volver.
Felicito al dueño de este lugar se nota su entrega y dedicación..
Sin duda, lo recomiendo para quienes buscan buena comida, atención de primera y un lugar acogedor para disfrutar con amigos, en pareja...
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