Viernes, nueve de la noche, entramos mi grupo y un servidor, en el garito.
Nada más pasar por debajo de la puerta nos percatamos, de que un silencio parecido al que podemos percibir en una sala de estudio, digna de las bibliotecas de las universidades más prestigiosas del Reino Unido, invade de forma plena la estancia. Nos sentamos las ocho personas que componíamos el grupo en una de las mesas aparentemente disponibles, ya que algunas de las cuales tenían el cartel de reservado, cartel que el dueño del bareto, colocaba o no, según fuera de su conveniencia la clientela que entraba por su puerta. Estando allí somos fruto de diversos ataques visuales por parte de la plantilla del local. Viene el dueño, y con una brillante ausencia de gracia natural nos da las cartas, miramos los precios bastantes elevados, y nos disponemos a pedir lo deseado. Para tomarnos nota, viene uno de los empleados, que para no contrastar con su jefe, de simpático tiene lo que la arena de la playa malagueña a las una del mediodía. Nos pregunta primero de forma brusca que queremos comer, pedimos un par de platos de mejillones y un plato de pulpo, a lo que sumado las bebidas, la cifra ascendía a unos cincuenta euros. Pedimos, y el tipo se va para la cocina, y aparece el dueño sentenciando y comunicandonos que lo pedido, que nuestros cincuenta euros, no valían lo suficiente como para que pudiéramos sentarnos en una de las mesas de su vacío local, por lo que nos imperaba a que levantasemos nuestras almas limpias y de buena moral, y que nos sentasemos los ocho individuos en la diminuta barra. Lógicamente tras tal ataque hacia nosotros nos levantamos de forma impolutamente educada y nos fuimos.
En resumen, entramos en un local vacío a las 9 de la noche, para gastarnos un dinero a considerar, y por la arbitrariedad del dueño no fuimos dignos de comer una comida que seguramente fuera de la calidad media de la zona, en un ambiente que incomodaba, y con un...
Read moreEntramos por la noche a cenar ligero porque nos pareció acogedor y estaba poco concurrido a diferencia de los demás restaurantes de la Illa que estaban hasta los topes a eso de las 22:15. Había ocupadas dos mesas únicamente. El encargado nos puso en una minúscula mesa debajo del televisor en la que apenas cabíamos. El primer error que cometimos fue mover el servilletero y unas tablillas de contrachapado (que no teníamos ni idea de lo que eran) para poder poner los brazos sobre la mesa. El encargado nos echó la bronca por hacerlo diciéndonos de malas maneras que le habíamos desmontado la mesa. Al pedir la comanda se quedó callando y le preguntamos que que sucedía... nos dijo que para esa cantidad de comida no se servía en las mesas sino en la barra. Nos quedamos de piedra. Le ofrecimos cambiarnos si era un problema pero nos dijo que era igual. La comida estaba buena y vino rápido pero estábamos incómodos y no quisimos consumir más. Para las 23:45 que terminamos de comer solo entro una pareja más. Nos pusimos a mirar comentarios de otros usuarios y flipamos puesto que todos los comentarios negativos dicen lo mismo de este señor. Una verdadera lástima que lo regente esta persona que le molesta trabajar y prefiere tener el local vacío y con clientes que nunca volverán puesto que todas las opiniones coinciden en lo mismo. La atención del chico joven que nos sirvió al final muy agradable....
Read moreMuchas veces se va un sitio por la amabilidad del personal; en otras, como ésta, el servicio no está a la altura. Con lo preciosa que es La Illa, y lo amable que es su gente, no pega este tipo de restaurante donde el cliente pasa a convertirse en un opositor a conseguir mesa en el local, quedando condicionado a que el gerente valore si le vale la pena el beneficio que le reporta los comensales. Si vas con niños( lo primero que preguntaron) olvidaros de que levanten el cartelito de reserva que aparece en la mesa, que colocan a conveniencia; y si decides beber unas cervezas y tomar unos platos, no te permiten pedir la bebida hasta que el gerente y el camarero no den el visto bueno a la comida que vas a pedir. Procedimos a pedir varios platos con la bebida, y el camarero nos indicó con cara contrariada:“ con lo pedido no van a poder cenar lo suficiente todos". Lo dijimos que por ahora pedíamos eso y según fuesemos tomando así pediríamos. Se fue lentamente para hablar con el gerente, ( un señor mayor con bigote), que acto seguido apareció para decirnos que no podíamos mantenernos sentados en la mesa porque no habíamos pedido lo suficiente, y que solo podía atendernos en la barra. Evidentemente, no dudamos en dejarles libre la mesa y darles las gracias por la amabilidad en la forma...
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