Hacía tiempo que no lo visitábamos y el recuerdo que tenía era el de un restaurante en el que ponían cantidades enormes de cualquier cosa que se pidiera, sin darle mucha importancia a la calidad o a la elaboración. Sin embargo, tengo que decir que en esta última visita (octubre de 2021) salí con una impresión mucho mejor. Las raciones siguen en su línea en cuanto al tamaño, pero volvería por lo bueno que estaba todo lo que comimos. Las croquetas (10 €) con esos tropezones de jamón a tope de sabor; los chopitos, bien, enorme la media ración (12 €), y el cuarto de cochinillo (26 €), espectacular. El medallón de solomillo (24 €), de buen tamaño, como todo, pero normalito de sabor, como toda la ternera que se come en casi cualquier sitio. Lo de los postres también merece comentario. Pasamos del suflé típico de la casa, porque no somos de merengue, y al preguntar de qué tipo eran los helados, nos dijo el camarero que era de corte. Lo que no nos dijo es que la porción consistía en media barra de helado. Unas buenas risas nos echamos cuando nos lo plantó en la mesa. El camarero que nos atendió, parecía antipático al principio, pero luego vimos que era su peculiar humor. Los recipientes para llevarse las abundantes sobras rulan por todas las mesas, la nuestra entre ellas. Resumiendo, recomendable para los demás, y para volver nosotros cualquier día que nos pille de paso. Reseña publicada en enero de 2022.