Toda la Dehesa de la Villa es un estercolero. Es vergonzoso que la gente se lleve sillas, mesas, hasta muebles de cocina (y no es broma) para destrozar el césped, desayunar comer, cenar y beber alcohol dónde otros queremos pasar un rato tranquilos fuera de las aglomeraciones. Se reúnen grupos inmensos de gente sin mascarillas ni distancia de seguridad. Por la noche es una verdadera discoteca o varias todas juntas con luces, alcohol, música a todo volumen que no se distingue porque es una batalla a ver quién la pone más alta. Por la mañana se ve el estercolero que han dejado y no los jóvenes inadaptados, sino las familias amorosas que van a aprovecharse de un paraje hasta ahora incomparable pero desde hace poco bochornoso; también ves incontables heces humanas con sus toallitas húmedas pringadas por los restos rectales intentando haber sido escondidas dentro de setos unas veces, bajo cualquier árbol otras ya los lados de los caminos muchas. Y qué decir de los excrementos de la policía montada que debe ser que las expléndidas boñigas ecuestres policiales no manchan, no huelen, no transmiten enfermedades y no molestan a los demás, pero claro atraen moscas como cualquier otra. Y por supuesto no me puedo olvidar de las calles aledañas con las placas de prohibido aparcar abarrotadas de coches en ambos lados y sin ser denunciados ni multados por los cuerpos de seguridad que deben ser igualitos a la justicia: sordos, ciegos, mudos y no sé qué más puedo decir. Es bonito verles por las mañanas de un día en el que no pasa nada pero no aparecen cuando ya se les ha apercibido alguna que otra vez cuando ocurren estos hechos. En definitiva, si quieres disfrutar del COVID19, los ruidos, la gente irresponsable y la ponzoña, vente a la Dehesa de la Villa. Ahhhh, perdón, perdón, perdón; acerca del asunto de marras del cerro de los locos, es el mejor sitio para hacer botellones cualquier noche e incluso mantener relaciones sexuales a juzgar por la cantidad de botellas, preservativos y otros restos varios en rededor por las mañanas. El cambio de la Dehesa ha sido...(pon tu el resto...
Read moreFor views of the sunset over the sierra on a clear day , by far the best in Madrid. main running tracks are densely packed during the day but you can easily find a nice spot under a tree unmolested by the people. Lots of fountains, not very littered compared to some other parklands in Madrid and so far I've never seen any anti social behaviour, although I leave quickly as it gets dark just in case . Actually worth going out of your way to visit if you live in Madrid and need a breath of fresh air, maybe not if a tourist and you only have 2-3 days in Madrid. Although for a sunset would...
Read moreCerro de los Locos
El parque de la Dehesa de la Villa, situado al noroeste de la ciudad, por la zona de Ciudad Universitaria, cuenta con unas impresionantes vistas de Madrid y su sierra que se pueden disfrutar desde este mirador, conocido popularmente como el Cerro de los Locos o de las Balas, que se reincorporó al parque en 1998.
Desde finales del siglo XIX, se le conocía como Cerro de las Balas porque cerca se encontraba el recinto de la Sociedad de Tiro Nacional, en los campos de la Moncloa (lo que ahora es la Ciudad Universitaria), y muchas de las balas se perdían por la zona. Posteriormente, en torno a la década de 1920, comenzó a ser llamado el Cerro de los Locos porque era frecuentado por un grupo de toreros, que acudían a ponerse en forma, realizando carreras, saltos y todo tipo de cabriolas, a los que más tarde se unieron atletas y boxeadores que, ante la falta de gimnasios y los elevados precios de los existentes, entrenaban de manera gratuita en este lugar.
El Cerro de los Locos fue también un lugar estratégico en la defensa de Madrid durante la Guerra Civil, pudiéndose ver aún hoy restos de trincheras y refugios. Tras la guerra, volvió a ser frecuentado por deportistas y toreros.
Más tarde, se instaló la torre eléctrica que lo corona (hoy torre de telefonía), cuyas paredes sirvieron para jugar a la pelota vasca y al frontón. En ella se encuentra una placa conmemorativa de los más de cien años de existencia de este pintoresco lugar de entrenamiento.
Gracias al antiguo acróbata Ángel Vázquez, uno de los habituales visitantes del cerro desde su juventud, la zona se ha arreglado con plantas, árboles, mesas y bancos, así como elementos para...
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