Desilusion con la la calidad de la comida y muy ruidoso: Tercera visita al restaurante, las dos primeras fueron cenas especiales, una para cenar cochinillo y la otra para cenar cordero patagónico. Las cenas no fueron sobresalientes, pero fuimos con amigos y en buena compañía la pasamos bien; aunque salimos con olor a humo en nuestras ropas. Esta vuelta fue una cena de viernes para elegir de la carta.
Llegamos a las a las 21 horas y el lugar estaba a medio llenar, pero se llenó después (es popular); amueblado sencillamente con sillas un poco incomodas y mesas un poco pegajosas. Amenaza de olor a humo contra nuestras ropas, pero que no se concretó. Ruido insoportable; hubo que hablar en voz alta y esforzarse para escuchar a los compañeros de mesa; las conversaciones fueron insostenibles.
Carta de vinos con algunas marcas reconocidas y otras no; precios para todos los gustos; optamos por un cabernet franc 2016 de la bodega Antucura ($790) y nos gustó; de cuerpo mediano, sin notas estridentes ni tánicos pronunciados, y fácil de tomar. Dos aguas con gas y una botella grande de Coca Cola.
Servicio ameno, de buena voluntad, aunque de poca experiencia (nos entregaron un menú para tres personas, se remedió fácilmente pidiendo un menú por persona.)
Comenzamos con empanadas de carne fritas; vinieron tibias; a mi me gustó, a mis compañeros les resultaron sin suficiente condimento y sal.
Pedimos dos porciones de vacío (uno a punto y otro cocido) porque nos dijeron que estaba bueno, con acompañamiento de papas fritas, que pedimos bien crocantes, pero no llegaron así, estaban aceitosas y más bien blandas. El vacío, ambas porciones, resultó de mucha grasa y pellejo (así se cocina naturalmente en un lado del vacío.) La carne del vacío sabia hervida y con cuchillos no aptos y sin filo para cortar se hizo muy difícil separar pellejo y capas de grasa. Del vacío cocido logramos rescatar bastante carne; de la otra porción solo un disgusto por lo mucho de grasa, pellejo, y difícil de cortar y duro de masticar que era. Las porciones no eran chicas, pero la calidad fue una gran desilusión.
Ya estábamos agotados de desgañitarnos hablando en voz alta para hacernos escuchar por encima del ruido del restaurante y tensos de esforzarnos para escuchar y entender lo que se hablaba en nuestra mesa. Decidimos irnos por el postre a la Heladería Adaggio.
El total, con propina del 10%; fueron unos $3.000,00; dudo mucho que volvamos por la pobre calidad de la comida y por el ruido.