El día domingo fuimos a comer a La Estancia. Un lugar mágico; tal es así que al principio sospechamos que no había chef o cocineros como en el resto de los restaurantes, sino más bien algún mago con libros ancestrales con alquimias secretas.
Nos sentamos y el ambiente familiar invadió nuestra mesa. La sensación era como ir a visitar a la abuela y que te prepare esa comida que te gusta tanto de toda la vida.
En las paredes hay muchas antigüedades que decoran el lugar. Un sinnúmero de pavas enlozadas, rojas, verdes o algunas ennegrecidas del hollín de las viejas cocinas económicas. También había jarros metálicos, para el mate cocido, ese que se prepara bien dulce y con un poco de ahumado, típico de calentar el agua con leña. Completan las decoraciones algunos rebenques, jarros lecheros y hasta alguna escopeta vieja.
En las mesas que nos rodeaban había un papá junto a su hijo adolescente que le estaba presentando a su primera novia y, aunque estaba un poco nerviosa la pareja, el que tenía más preguntas era el padre, que se preguntaba con tristeza en qué momento creció tanto su hijo, pero a la vez disfrutaba con alegría el hombre en el que se está convirtiendo, arriesgándose a la aventura del amor.
Charlando, me enteré de que Mabel, la dueña, era bombera voluntaria y que en su extenso servicio había llegado a ser la jefa del cuartel de bomberos. Mabel combina una mirada fuerte y tierna. ¿Cuántas vidas habrá salvado? ¿Será que sus dotes culinarios comenzaron con esas típicas ventas de comida que se hacen para juntar dinero para el cuartel? ¿Ese será el origen del secreto culinario? El espíritu bondadoso de su ser... no lo sabemos, solo sospechamos.
En la mesa junto a la nuestra se sentó una familia. Mabel se acercó y se quedó hablando con ellos, en especial con el nene, de unos nueve años, que le contaba que estaba yendo al cuartel, que era cadete y que ayudaba y aprendía todo lo que podía. Doña Mabel, porque a esta altura hay que nombrarla con algún título honorífico, le daba consejos a su altura. Curiosamente, el pichón de bombero tenía puesta una remera negra de Metallica con llamas de fondo.
Pero para que toda esta magia tenga algo terrenal, al salir, vimos un reconocimiento de la municipalidad declarando a La Estancia como patrimonio cultural y un reconocimiento por sus más de 60 años de magia ininterrumpida.
Solo cobran los alimentos que llenan el estómago, los que llena el...
Read moreSi queremos darnos unas vuelta al pasado la decoración lo amerita. Lo recomendó un amigo con quien concurrí. Fui de noche y hay mucha historia y mucha tierra que pasó y quedó. Muy concurrido. No se hacen reservas asi que a esperar. Los camareros recitan las carta ( la conocen de memoria) y recomiendan los platos. La entrada en este viejo almacén debía ser la pareja ( morcilla y chorizo 👍) y empanadas fritas. Había de todo tipo. Obvio pedí las de carne, dulces!!!....no es típico, mas bien raro si es la única presentación en las de carne....dulces? Me estaré volviendo viejo y exigente pero no cuadra con el lugar y el ambiente tan típico. Pedimos vacío de plato principal y....no tuvimos suerte. La carne era un poco dura, de esas que hay que cortarlas en muchos pedacitos para no morir ahogado. Papas fritas a la provenzal ( con ajo y perejil crudo arriba, casi espanta vampiros). Y postre no me sorprendió ya que los higos eran envasados o las peras al borgoña con mucho líquido y poca borgoña . No tuvimos suerte...tal vez otra vez vaya A VER SI...
Read moreExcelente lugar para comer bien al lado de la ruta 9, entrando a Ingeniero Maschwitz por colectora esquina calle Mendoza. Cuidado con el semáforo. Respetarlo y girar abierto, si vas en auto. Hay un estacionamiento a pocos metros sobre av. Mendoza. El lucas está en la esquina, es un bodegón con aires de pulpería y tiene como 50 años funcionan. Mabel Fernández se ocupa de la parrilla y orquesta los platos, las mesas y a los mozos con rigurosidad. Es un lugar despojado de lujos pero de comer bien. Recomiendo las pastas caseras y el flan. La carne está bien pero lo fuerte son las pastas frescas, caseras! Nos atendió María y fue súper atenta en todo momento. El lugar estaba repleto y esperamos sólo 10'. Las empanadas de frutas de entrada son imperdibles. Una carne (suave y dulce muy equilibrado el sabor) y la de Roquefort y cebollas fantástica. El precio promedio es 400/500 por persona. Espero lo disfrute, pleno de lugareños a pesar de la gran oferta gastronómica que se ha desatado en los paseos de Ingeniero...
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