¿Alguna vez has sentido que te estafan, te toman el pelo, te ignoran y encima te cobran como si hubieras cenado con Ferran Adrià? Bienvenidos a Cuevas del Vino, donde el mal gusto no está solo en la cocina, sino en todo el concepto.
Los entrantes, dignos del menú infantil de un camping decadente. Pedimos chorizo a la parrilla y nos trajeron dos choricillos tristes, envueltos como si vinieran de contrabando, 22 eurazos por esa obra maestra de la avaricia. Luego vino el bonito con pimientos… bonito, sí, de nombre, porque de sabor era un homenaje a la lata de conserva de hace tres veranos. Los pimientos, de bote. No uno bueno, no: del más cutre. Lo llamaron plato; yo lo llamaría atentado.
Las migas, directamente un mensaje pasivo-agresivo del chef. Secas, sin gracia, como si hubieran sido olvidadas en un cajón y rescatadas por compromiso. Media ración se quedó en el plato porque no valían ni para alimentar la culpa.
¿Lo único decente? Los ajetes. Gracias, ajetes, por salvarnos de denunciar por daños emocionales.
Ahora, la joya de la corona: el cochinillo. O como ellos lo llaman: "carne insípida cocida con sal y desprecio". No era cochinillo. Era una porción de desesperación con forma de cerdo. Lo mejor fue que esperamos literalmente más de una hora entre los entrantes y este plato estrella. Una hora viendo cómo nuestro cochinillo se enfriaba en una esquina, como diciéndonos: “yo tampoco quiero estar aquí”.
El resto de platos, un festival del despropósito: el cordero de mi novia, una broma cruel. La lubina de una amiga, llegó cuando ya casi nos estábamos despidiendo, como si el pez hubiera tenido que venir nadando desde Galicia.
Y por supuesto, las Coca-Colas a 4 euros, porque oye, si ya te están robando, qué más da.
¿Unos chupitos para compensar? Qué ocurrencia. Le pedimos a la camarera, que fue a preguntar a la jefa... y nunca más se supo. Como si la jefa viviera en Mordor. Ni un “no”, ni un “lo siento”, ni un simple gesto humano de empatía. Solo el vacío, como nuestras esperanzas de salir satisfechos.
500€ por 8 personas. Cinco. Cientos. De. Euros. ¿Por qué? Nadie lo sabe. Tal vez estábamos pagando por la experiencia de saber lo que se siente al ser estafado en directo.
En resumen: Cuevas del Vino es el lugar perfecto si lo que buscas es sentirte estúpido, insultado y pobre. Si tienes un mínimo de amor propio, no vayas. Ni aunque te lo recomiende tu cuñado, ni aunque te paguen la cena.
No volveremos ni si nos invitan. Y si algún día el sitio cierra, sólo esperamos que reutilicen el museo para recordar cómo no tratar...
Read moreHonestly it was awful , we read the previous reviews and thought let’s go ! What a disappointment the food was greasy and presented like a school cantine ! The staff young teenagers that had no idea what they were doing , when we reserved we asked for an indoor table to find that wasn’t possible because they only had three tables hence wanted to serve everyone outside to make there life easier , they sat us underneath the speaker so we also couldn’t escape the dreadful music . We are staying at the hotel Parador which is beautiful and the food and service is perfect and believe it or not the dread ful diner in this restaurant cost the same as the diner we had the previous night at the Parador . I advise anyone that is thinking of going to stay away . It’s our lives it’s...
Read moreSitio obligado si pasas por Chinchón, con sus pros y sus contras:
A favor, sin duda, el sitio en sí (enorme y con varios salones) que integra un museo en sus sótanos con unas antiguas cuevas donde se guardaba el vino en tinajas gigantes. La comida raya a un nivel muy alto y se cuida el detalle en el servicio (cambio de platos y cubiertos, mantel y servilletas de tela, etc). Las cocinas y los hornos son espectaculares, lo cual quedó reflejado en los solomillos y los cochinillos, q estaban sobresalientes. En cuanto al desplazamiento, se puede aparcar muy cerca en un descampado que hay a 100 metros del cuartel de la Guardia Civil.
Dentro de los puntos a mejorar, segun nuestra experiencia, citaría:
-Accesibilidad: complicado ir con carrito de bebé, mucho escalón entre estancias y, en algun momento, poco espacio para pasar (lógico, por cuanto es una estancia reformada pero antigua). Relacionado con el tema bebé, estaría el aspecto de las tronas disponibles, algunas son digamos poco útiles (sobre todo si el bebé no es muy grande). Sólo hay cambiador en uno de los baños.
-Los sábados pasa una tuna por todas las mesas. Entiendo que el local tiene un acuerdo con ellos, y puede amenizar a algunos fieles, pero su insistencia en tocar (amablemente, eso si) no es de recibo si quieres comer tranquilamente sin que te canten la serenata en la oreja.
-Sillas incómodas de madera, de nuevo como consecuencia de la peculiaridad del sitio, queriendo mantener la esencia y ambientación antigua del local.
-Por último, en cuanto al servicio del personal que nos atendió, dejando claro que fueron siempre muy amables y atendieron nuestras peticiones (cambio de trona incluido) tardaron bastante en servirnos, sobre todo al final (postres y cafés). Igual ayudó poco la ubicación de nuestra mesa, justo al final del todo.
En conclusión, es un sitio con un potencial enorme que guarda un aroma añejo muy destacable, con una cocina excepcional, pero con algunos aspectos que se podrían mejorar. De todos modos, lo recomendaría sin dudar en el caso de que tengas que...
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