La experiencia, en definitiva ha sido sobria e incómoda. Independientemente del lugar –una nave adecuada a modo de bar con mesas amplias y muy bonito–, nos encontramos ante un local en el cual el servicio (por lo menos el que nos ha atendido a nosotros en la mesa la mayoría de los platos –porque el que nos dio la bebida y el pan y nos cobró sí que era amable–) ha resultado un comportamiento irrespetuoso y maleducado: ni una sonrisa, ni una escucha activa al cliente ni nada. Por otro lado, la comida está muy buena, eso sí, y económica; pero ínfima en cantidad a mí parecer: todo eran platos pequeños. Entiendo esa cantidad al ofrecerte merluza, por ejemplo, pero un plato de pollo no (lo siento). Por no hablar de la escasez de postre (o tarta de queso –buenísima, a todo esto–, flan, helado (agotados, con lo que no cuenta) y café... 8/10 en relación calidad-precio en cuanto a comida, 8/10 en cuanto a local y ambiente (aunque a la hora de la comida solo había trabajadores cercanos a dicho polígono en un 80% de la clientela total) y 4/10 en trato y atención al cliente. Creo que es el punto más importante a mejorar, desde mi humilde opinión (aunque es considerable no desatender otros aspectos de la crítica enunciados en las anteriores líneas).