Restaurante Avoengo — Restaurant in Nigrán

First, the good things. The staff was super kind and helpful, accommodated us with a reservation only 30 minutes in advance. They have an "Orreo" in the garden, that we had the opportunity to see up close and get a sneak peek inside after seeing so many of them around. The place is in a hard to reach location, up some narrow roads but has a reserved parking.

I cannot comment on the view, since we went there at night They have a trampoline for kids that may be seen as a good thing or a bad thing depending on what you are looking for. I'd say the place strivest ot be family friendly but I won't suggest it for a romantic dinner.

Now, for the bitter part. Food was average at best. Mexillones were oily and honestly not good: the mussel meat was minced into the bechamel, so the taste was completely lost behind a greasy breading and heavy cream.

The fish, a medium sized lubina, was well cooked and garnished, definitely better than the meat. Wine list is sub-par and we had to settle for a different wine after our choice of Albarino turned out to be sold out. We were unlucky and got an acidic, tasteless local white wine.

The waiting time was far too long than reasonable, especially considering it was a slow night and there were just two occupied tables. The only person tending the room did her best to manage but our impression was that something in the kitchen or somewhere else was taking away too much of her attention, so tables were left unattended every now and then.

Even forgiving the aforementioned issues -that may be occasional and non indicative- my main complaint is with the check, that turned out to be well above what we expected due to the fish being sold at "market price" (not shown on the menu, and not cheap either) and the wine bottle costing far more than its worth.

Won't repeat...

He visitado este restaurante en dos ocasiones y, aunque hay aspectos positivos, en ambas ocasiones he salido con sensaciones encontradas.

Lo mejor sin duda es el entorno: el local es precioso, acogedor y muy bien cuidado. Es un sitio que, a primera vista, invita a quedarse y disfrutar con calma. En cuanto a la comida, está bien ejecutada, pero no resulta especialmente destacable. Por el precio elevado de las raciones, uno espera algo más en sabor, presentación o cantidad. Cumple, pero no sorprende.

Lo que más me ha incomodado ha sido la sensación de prisa al terminar de comer. En ambas visitas, los camareros jóvenes comienzan a preguntar —con bastante insistencia— si pueden retirar el pan, el agua, si queremos algo más, si ya hemos terminado… Lo curioso es que estos mismos camareros, que son amables y correctos, se disculpan al hacerlo, lo que deja entrever que no es iniciativa suya, sino una directriz que les incomoda aplicar.

Además, no era cuestión de espacio, ya que en ambos casos había muchas mesas libres. Todo apunta a una forma de gestionar el servicio.

Creo firmemente que la sobremesa forma parte de la experiencia gastronómica. Si el restaurante tiene un horario ajustado o necesita liberar mesas, lo lógico sería informar al cliente al inicio o al tomar la comanda. Pero esta forma de presionar sin motivo aparente hace que uno no se sienta del todo bienvenido.

En resumen: un restaurante con un espacio muy bonito y potencial, pero que debería revisar su relación producto-precio y, sobre todo, apostar por un trato más relajado y hospitalario. La amabilidad de los camareros se nota, pero las normas que se les imponen acaban empañando lo que podría ser una experiencia mucho...

Local climatizado, zona ajardinada con mesas de piedra para comer al aire libre o bajo una sombrilla. Tiene una zona exterior con carpa para esos días de nuestra Galicia( con chaqueta) aunque tienen calefactor a gas. En su interior se encuentra un restaurante reformado, conservando paredes antiguas y enseres de antaño. En el interior tenemos una sala, es la sala de máquinas, es la “COCINA”. Allí se elaboran los mejores platos. Cada uno de ellos elaborado por unas manos que se mueven con una sutileza enorme. Los platos son servidos por los camarer@s, que decir, lo mejor del restaurante su “alma mater” acompañada por sus camareros, cocineros y todo el personal que allí trabaja. Este equipazo pone en marcha toda la maquinaria para no querer levantarte de la mesa. Cada plato es un manjar y cada sorbo de cualquier caldo ofertado un recuerdo. No podría aconsejar un plato o un vino, incluso ni un postre, los aconsejo todos. Tranquilidad, comodidad, amabilidad, servicio, precio, y lo más importante, la satisfacción...