"Stop Dos: Donde el almuerzo se convierte en rito"
Pocas veces un viajero encuentra un lugar que no solo sacia el hambre, sino que despierta el alma. Stop Dos no es solo una bocatería, es un templo del almuerzo (esmorzaret), camuflado entre la arquitectura cotidiana de Ontinyent.
Entrar allí a media mañana es como sumergirse en un ritual local: mesas ocupadas por voces que suenan a costumbre, platos que llegan sin que uno los pida, como si el camarero leyera tu apetito. El bocadillo —tan grande como el ego de un chef con estrella, pero tan humilde como el pan del pueblo— llega cargado de sabor, memoria y grasa bienaventurada.
No busques elegancia, busca esencia. Aquí el aceite es oro líquido, las papas bravas no son broma, y un entrecot puede aparecer en tu mesa como un regalo caído del cielo. El servicio es directo, sin florituras, como debe ser cuando la comida habla por sí sola.
Y si logras sobrevivir al almuerzo sin pedir un carajillo, entonces no estuviste en Stop Dos. Este no es un sitio para contar calorías, sino para contar...
Read moreDemasiada gente para tan poco servicio. Luz escasa para cenar (no en todas las mesas) y con color cromático no muy adecuado Carta muy escasa, ni siquiera calamares o chipirones, pimientos del padrón o albóndigas de carne Precio medio, no caro. Gambas al ajillo mal, bravas mal, tellinas regular, hígado bien, el pincho pollo fue lo único bueno. Tostadas muy mal, sin tomate y prácticamente sin aceite La cerveza buena y carta de vinos también, acorde al lugar No vivo en Ontinyent, pero puedo asegurar que no estoy acostumbrado a esta calidad para una cena de tapas, y en Ontinyent he comido mucho más veces y siempre mejor
Creo que pueden hacerlo mejor, y sobre, todo agrandar la carta El servicio hace lo que puede en base a la cantidad de gente que son
Servicio 5/10 Calidad 3/10 Precio ...
Read moreEntiendo que cuando hay prisas, cuando hay mucha gente el bar, es díficil concentrarse del todo y ofrecer un trato lo más agradable posible, pero el que nos ofrecieron a mis amigos y a mí dejó mucho que desear. En la comida no nos llegaron unas patatas bravas que claramente habíamos pedido, y al irnos se nos justificó diciendo “no, vosotros pedisteis otra cosa”, cuando sabíamos a la perfección que no. El trato al cliente bastante arisco, poco dulce; en ocasiones incluso da miedo pedir cualquier cosa. Luego, nos cobraron de más por unas cocacolas que, supuestamente, valían dos euros y cincuenta céntimos (en la carta ponía otro precio). Bueno, nos quedamos con hambre y un sabor amargo en la boca. No...
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