Una verdadera joya. La última vez que entré en el lugar había una ancha escalera, a la parte derecha de por dónde se accede actualmente, que subía hacia el 1er piso, con paredes de azulejos claros, y unos baños en la planta baja que servían para cuando las niñas jugaban en el recreo en el patio que hay a la entrada. Lo que han hecho con este edificio denota que el respeto y el mimo por la conservación y la restauración del patrimonio cultural e histórico es uno de los mejores legados que se les pueden dejar a las generaciones futuras. Todo es precioso, desde el solado original a los artesonados del patio, pasando por las columnas que sostienen los porches y acabando por las pinturas y la habitación empapelada con una narrativa pictórica tan alejada de lo que una espera de un palacio en mitad de la meseta castellana: escenas rurales sobre artes y oficios varios en las que se cuentan el devenir de la vida familiar en un país tan diferente a España como es China. El cuidado por el detalle y el mantener determinados elementos que constatan el uso del edificio como orfanato ayuda mucho a contextualizar todo lo que explica el guía, afable y prolijo en sus explicaciones. Volveré, porque siguen restaurando partes del edificio y descubriendo detalles que merecen conocerse. Mil gracias a su actual propietario, Mauricio Fernández Garza, por su implicación y dedicación. Sin su inversión y capacidad de entender qué es el Arte esto no habría sido posible. Fue una fortuna poder darle las gracias personalmente.