El hermoso Castillo de Bellver, en Palma de Mallorca, resulta ser una imagen icónica de la Ciudad y queda en el recuerdo del visitante para siempre. Fue erigido tal vez por Pere Salvà, en el llamado Puig de Sa Mezquida, a principios de siglo XIV, por expreso deseo del rey Jaime II de Mallorca, (1243 - 1311), quien estableció aquí su corte. Cabe citar también al arquitecto Ponç Descoll, como posible artífice de esta y otras obras, que por encargo de la monarquía mallorquina se fueron desarrollando, los investigadores ya dirán. Se edificó en once años. Al finalizar la independencia del Reino de Mallorca, tras la muerte del rey Jaime III (1315 - 1349), en la trágica Batalla de Llucmajor, fue ocupado por el rey Pedro IV de Aragón, el Ceremonioso (1319 - 1387). El rey Juan I de Aragón (1350 - 1396), lo utilizó de residencia para alejarse de la peste que azotó a la población a finales de siglo XIV. La belleza que hoy cautiva al visitante no es óbice para recordar momentos sangrientos por los que pasó. En la época de la rebelión de las Germanías, en Mallorca abarcó de 1521 a 1523, fue escenario de momentos dantescos. Fue un elemento defensivo ante los habituales y frecuentes ataques turcos que asolaban la isla. Lugar de encierro de condenados a galeras y hospital de apestados. Estuvo prisionero el ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos (1744 - 1811) durante seis años, (1802 - 1808), aportando en estos años obras literarias y de investigación de gran valor. Posteriormente muchos prisioneros franceses de la cruenta guerra de la Independencia, encontraron aquí su cautiverio. El general Luis Lacy y Gautier (1775 - 1817), fue en sus muros fusilado, por defender la Constitución de Cádiz de 1812, tras la vuelta del rey Fernando VII (1784 - 1833). Fue férrea prisión de carlistas y del general Arsenio Martínez-Campos Antón (1831 - 1900). Durante la Segunda República Española (1931 - 1936), fue cedido al Ayuntamiento de Palma. Con la llegada de la terrible Guerra Civil Española, volvió a ser utilizado de lóbrega prisión. A mediados de los años cuarenta se inició una profunda reforma y restauración. De estilo gótico, a mitad de camino entre fortificación y palacio, es una obra espectacular. Tiene la gran particularidad de ser de planta circular, con un magnífico y precioso patio central, también de forma circular y tres torres y cuatro garitones también circulares. Destaca la torre del homenaje, de unos quince metros de altura, unida por un puente de arco ojival al cuerpo del emblemático edificio, último reducto defensivo en caso de ser severamente atacado. Todo ello elevado sobre una plataforma, hay que atravesar un puente fijo sobre un foso y otro puente levadizo sobre un contrafoso, para acceder al interior. La mayor parte de la piedra, el marés, utilizada para su edificación se extrajo de la cantera - cueva, ubicada bajo el propio castillo. Es un edificio de obligada visita, en el se ubica el Museo de Historia de la Ciudad de Palma. Cuenta con un amplio horario de atención al público, y un precio razonable. Se desarrollan numerosos eventos culturales y artísticos, conciertos, representaciones teatrales, todos ellos de gran importancia y renombre, en un marco de incomparable belleza. Un lugar lleno de historia y pasado, de gran belleza arquitectónica y artística, con unas vistas espectaculares. Recomendada totalmente su visita exterior e interior. Se puede acceder en vehículo particular, hay bastantes aparcamientos gratuitos o en servicio público, taxi o autobús, (varias líneas), que dejan relativamente cerca, se debe realizar el ascenso andando por un camino muy agradable y de gran belleza.