Sin premeditación; por casualidad y por causalidad; un día precioso de reciente otoño, con esa lluvia fina, sin viento, que anima a caminar sin prisa, o pausar y visitar, por un consejo al paso, un museo... Entrad, nos dijo nuestro amable consejero -que nos vio, dubitativos, consultar en el, inevitable ya, smartphone, a modo de plano una ruta a seguir-, y recorredlo estancia a estancia, obra a obra: sin prisas y con pausas... Quizá esa sinergia del silencio, la tranquila soledad de únicos visitantes y la propia atmósfera que cada obra crea en el espacio de pared que llena, hizo largas las pausas, y llegó la hora de cierre sin recorrer, apenas, la primera y la mitad de la planta intermedia de la tres del museo. Por la tarde, tras hacer de un buen restaurante otro museo, volvimos al de Bellas Artes; pero al quedarnos por recorrer más de la mitad de la segunda planta y la tercera entera, además de las dos plantas del propio palacio -al cual está anejo el edificio del museo, y cuyas dos plantas superiores exponen el resto de la totalidad de cuadros, esculturas o bustos que el museo muestra-, de nuevo se echó encima la hora de cierre, y no pudimos visitar todas las salas pues el horario de visitas vespertino es algo más corto que el matinal. Culpa nuestra; culpa mía, realmente: pues mi hermana es pintora y yo no hacía sino preguntar y preguntar sobre tal color, tal detalle o tal estilo. Preguntar desde la admiración es más peligroso que desde la curiosidad o la ignorancia: cada respuesta conduce a una pregunta nueva, a algo más que aprender. Cada cuadro, una agradable (para mí) eternidad. Fue un placer cabal para ambos admirar lo visto. Lo 'por ver' es un motivo para visitar el museo de Bellas Artes de nuevo. Para volver en otro viaje: una nueva oportunidad. Quizá ambas atmósferas, la exterior, de temprano otoño y de serena lluvia, con los colores naturales de la estación más bella del año; y la interior, de sereno silencio, con los colores que cada artista dejó como expresión de su imaginación en sus obras, hicieron, también, sinergia, y el día fue un cuadro más para el recuerdo; un inolvidable cuadro de un día de los que estuvimos a primeros de octubre en una...
Read moreIt is a fantastic museum with a mix of old and new style display galleries. The quality and scale of the painting are excellent. Various techniques demonstrated. Some sculptures/busts and a rare collection of sacred bones. Well, worth a visit!
The entrance is free. A free audio guide is available in Spanish, Basque, English, and French. Toilets on site. Access to all levels via a lift or stairs. Staff are...
Read moreEste museo contiene verdaderas joyas de la pintura vasca como 'El restaurante' y 'Vuelta de la romería del Calvario' de Ignacio Díaz de Olano o 'Ciudad con sol' y 'Ciudad con lluvia' de Fernando de Amárica entre otras muchas. Situado en el coqueto Palacio de Augustín Zulueta (1916), merece la pena visitarlo tanto por las obras que alberga en el interior como por sus jardines, en los que también está ubicado el vecino palacete de Villa Sofía, inspirado en la arquitectura oriental. El Museo de Bellas Artes se encuentra en el elegante Paseo de la Senda justo frente al Palacio de Ajuria-Enea (residencia oficial del Lehendakari vasco) y al Museo de Armería. Una buena opción, es dar un paseo comenzando en la Plaza de la Virgen Blanca, atravesar el romántico Parque de La Florida para continuar después por el Paseo de la Senda, donde se encuentran algunos de los palacios y mansiones más destacados de la Vitoria de los siglos XIX y XX (entre los que se encuentra el que alberga el Museo de Bellas Artes). Tras la visita al museo, es interesante continuar el paseo durante unos 2km más hasta llegar a la Basílica de San Prudencio de Armentia, joya del...
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