Se peregrina por motivos diversos, cada uno igual de válido. Si no hubiese venido antes a tierras onubenses, si alguien hoy me soltara en esta tierra canelita (fina) y, con los ojos tapados o sin tapar, me metiera en la boca una sola pinchada de patatas bravas koreanas de Ddiez Gastrobar, garantizaría, para todos y cada uno de los días de mi vida, amor eterno y motivos más que de sobra para escaparse a estas tierras (o a cualesquiera otras en las que extiendan su reinado Ismael y Manu). Desde que, con la maravillosa sonrisa y atención de Nayara y la complicidad de Federico nos sentimos como en casa hace unos días, no hemos podido dejar de transitar su excelente carta regada con cañones helados de #VictoriaMálaga y la obligatoria reiteración y disfrute en estas patatas que, como le decía hoy a mi hermano, además de traerme a la memoria y al corazón la esencia de las míticas patatas con bechamel y tomate de la abuela Mila, son motivo más que suficiente para coger la ruta de la plata y zambullirse en estas tierras prolijas en razones, pero que, fijaros en lo que digo, por encima de atardeceres, luz, coquinas, bajamares, faros, arte y una gastronomía diversa y placentera, son argumento esencial de quienes, sin remedio, al haberlas probado hemos caído ya en la obligada reverencia. Felicidades, chicos, por vuestro buen hacer. Desde aquí os reiteramos la advertencia: no os descuidéis que igual os amordazamos para llevaros con nosotros a Madrid, o, al menos, un par de cubos de estas patatas que ya son vuestra seña de identidad y buen hacer. G R A C I A S.