Comer en A Furna es un placer para los sentidos que no te puedes perder. Las combinaciones de ingredientes dan lugar a platos maravillosamente originales, los materiales son frescos y de primerísima calidad y la elaboración es perfecta. Sin duda alguna este fue el gran descubrimiento culinario de estas vacaciones. Para muestra, algunos botones: El bonito con crema de calabacín y reducción de coca cola y soja que nos sirvieron de aperitivo estaba espectacular. Las zamburiñas con velo de panceta estaban brutales, con una combinación de marisco / carne en su justa medida para no restarse sabor entre ambos. Las croquetas de erizo de mar y ali-oli de anchoa nos enamoraron al conseguir una textura crujiente por fuera y una bechamel cremosa por dentro que te explotaba al morderlas. El pulpo a baja temperatura con parmentier de queso de tetilla nos obligó a untar y untar una vez que acabamos de saborear el pulpo en un punto de brasa perfecto. El bonito en su punto con crema de puerros y salsa Teriyaki estaba jugoso a más no poder y la mezcla de sabores era alucinante. La tarta de queso al horno de brasa y el coulant de chocolate con contraste frío de helado de mandarina fueron las guindas del pastel gastronómico que disfrutamos en A Furna. El precio de cada plato es totalmente justo en relación a su calidad, el trato de los camareros fue genial y las recomendaciones en cuanto a vinos de la zona nos permitió seguir descubriendo caldos locales. Comer aquí es una experiencia culinaria que no debes perderte si eres amante de degustar alimentos de calidad con toques innovadores.