Un lugar que intenta engañarte. Tiene la pinta, el ambiente, el servicio y la vibra, pero, por desgracia, no tiene la comida.
Platillos obviamente pre-preparados y solo calentados.
El Wagyu Santo de 490 pesos es una grosería. No era wagyu y, además, estaba mal elaborado en todos los sentidos: presentación, temperatura, ingredientes, salsas… todo mal.
El lobster roll, otra tragedia culinaria. Langosta seca, probablemente pre-cocida y solo recalentada para servirla, acompañada de papa en cubitos. Es como tener un desierto en la boca. El brioche se salva, pero todo su relleno es triste, seco y sin sabor. Dicen que es su reinterpretación del lobster roll tradicional. Mejor no le muevan si no tienen la técnica ni el conocimiento.
El spring roll o su “versión” simplemente no la entiendo. Un relleno de picadillo indescifrable con una salsa básica, sin alma y extremadamente grasoso.
Los shishito peppers, meehhh, nada del otro mundo. Si me los dieran en un Sushito o Sushi Roll no tendría queja, pero para un lugar que apunta tan alto, deberían ser más interesantes.
El tonkatsu rice, igual que el Wagyu Santo: mala fritura, sobrecocido, seco, grasoso y con una salsa más básica que un Caramel Macchiato de Starbucks.
Mención especial a Fernando, quien es excelente en su servicio. Qué lástima que la cocina no esté a su altura.
Tigre Blanco, otro claro ejemplo de que para ser restaurantero no basta con tener dinero.
Si buscas al típico deportista que solo es guapo y fuerte, pero tiene un cacahuate en la cabeza, quizás Tigre Blanco sea para ti.
Tras pensarlo, decidí arriesgar más dinero y probar dos postres, dándole una última oportunidad en lo dulce: el cheesecake y el huevo de chocolate.
Debería haberlo pensado mejor, porque, al igual que lo salado, lo dulce es terrible.
El cheesecake era una mezcla extraña entre un flan mal hecho y una crème brûlée de principiante, con unas bolitas negras muy raras. Era todo… pero no era un cheesecake.
Y el tan recomendado huevo de chocolate, trágico. Vende por el show de romper un huevo gigante de chocolate, un truco visual ya gastado y nada innovador. Pero más allá de su falta de creatividad, los ingredientes no tienen madre.
El chocolate es más corriente que el del Bocadín, dejándote una capa grasosa en la lengua desagradable. Palomitas viejas, una crema de dulce de leche sin sabor y con textura de pastelería barata. Las frutas se salvan, pero, pues, son frutas… el mérito es de los agricultores, no de la cocina.
Si solo quieres tomar algo o compartir en Instagram que fuiste al último lugar caro de la ciudad, el lugar cumple. Pero si tienes hambre y realmente disfrutas la comida, hazte un favor y no pierdas tu tiempo viniendo.
Espero que logren cambiar la cocina, porque el lugar, definitivamente, got the looks.
Pero, al igual que un adolescente guapo que nunca tuvo que desarrollar su sentido del humor para caer bien, Tigre Blanco solo tiene un cascarón interesante. Muy bonito, muy guapito… pero sin nada culinario...
Read moreThe ambiance was very cool and felt exclusive. There was cozy seating for groups and beautiful decor. My waiter was Eric and he was very attentive. He recommended the lichi ice cream which was perfectly sweet. I also ordered the Nippon Lobster which was ok. Don't expect much lobster but the Sake Roll was really good. I don't remember the name of the drink I had but it came in a cat cup which is adorable but the flavor of the drink was the best thing I had tonight. I had a great experience at Tigre Blanco for my...
Read moreCame to try specific rolls i saw online but was told they were no longer on the menu. Okay no problem. What i ended up ordering instead was just okay. My drink was terrible. Tasted like straight tonic mixed with angostura bitters. My waiter never asked me how anything was and i never saw him again until he dropped off a check which i had to ask the manager for. He made me feel like his last priority. Very disappointed as i saved this place for my last...
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