La ubicación y las vistas están muy bien, justo en el puerto. La atención de Angel y del resto de camareros es excepcional, trato cercano y buenos consejos para elegir la comida. La comida rica y bien presentada, solo el olor, abre el apetito nada más acércate a su terraza. Fuimos con nuestro “peludo” y en la terraza tiene el detalle de ponerles a todos, un cuenco de agua. Nosotros pedimos Puntillas de Chipirón (plato abundante y muy rico de sabor, la salsa tártara que las acompaña, no defrauda), Longueirones (Navajas, sencillamente espectaculares, ni un grano de arena, un sabor exquisito y super tiernas), para finalizar pedimos Volandeiras (lo que yo conocía como zamburiñas, gustosas y tiernas). Como no podía ser de otra manera, hemos finalizado con dos postres caseros para compartir y ambos riquísimos también, Empanada de manzana y Tarta de queso, no sabría cuál me ha gustado más de los dos. En definitiva, un sitio de visita obligada. Volveremos sin duda.