Teníamos muy claro dónde comer visitando Finisterre y llamamos para reservar el mismo día, un jueves festivo en Madrid. Llegamos y hay bastante gente fuera tomando algo, nos damos un paseíto por la bonita playa de Langosteira antes de entrar.

El camino al comedor atraviesa las cocinas, empezamos a salivar.

Hay bastante gente, apenas un par de mesas vacías. Decoración clásica que me recuerda un poco a la típica de Castilla.

Carta escueta: mariscos, carnes, pescados a la brasa y acompañamientos, ¿para qué más? Bueno sí, postres, que también los hay.

Todo a compartir dos personas.

Almejas en salsa marinera. Para empezar. Buenísimas almejas pero la salsa es demasiado dulce para mí.

Lubina. Una pieza de casi 1kg. DELICIOSA, BRUTAL, EXAGERADA. Buenísima pieza, jugosísima, muy bien hecha, acompañada de patatas ricas cocidas aliñadas con aceite y perejil. Platazo.

Tarta de queso. La había visto en otra mesa y me pareció que tenía pintón, menos mal que la pedimos porque estaba de escándalo, nada dulce, compacta, sabor a queso muy presente, imprescindible.

No me gustó el detalle del agua: agua de km0 microfiltrada, o sea: el agua del grifo que la pasarán por la Brita, muy bien, me parece una buenísima decisión no tirar de botellas de plástico ni comprar agua de otros lugares cuando tienes buena pero cobrar una botella de agua del grifo de de 50cl a 1,5€ me parece bastante regulero.

La cuenta fue de 84,10€ (puede parecer abultada pero nos comimos un kilo de lubina que supuso más de la mitad y la lubina la pagamos más a gusto que qué.

Recomendación total, por la zona o no.