Cuando estaba en la facultad de Ciencias de la UNAM, en el último semestre, tomé como materia optativa “Conducta Animal”, con un maestro de nacionalidad armenia (según recuerdo, la pronunciación de su nombre era la siguiente: Aznaburian).

Resulta que el hombre, primitiva y biológicamente hablando, es un animal, (aunque, se entiende, que dada la complejidad de su animalidad y desarrollo social son necesarias otras disciplinas para entender o tratar de entender por qué hacemos lo que hacemos los seres humanos).

He estado en Harvard muchas veces (más de las que ciertos “estudiantes” han estado) y me sé de memoria cada uno de sus sitios más simbólicos.

Uno de ellos es la Estatua del clérigo inglés John Harvard, hijo de un empresario con intereses en tabernas y carnicerías (n.1607 m.1638 -tuberculosis) que emigró a América en 1636 y que donó una gran cantidad de su breve tiempo de vida, biblioteca y dinero para que Harvard College se fundara.

Realmente notable debió ser este gran hombre, quien en tan solo un año de su estancia en Nueva Inglaterra influyera tanto entre sus contemporáneos para hacer lo que hizo y morir casi inmediatamente después. Y cuya zapatilla izquierda tienes que sobar si o si al visitar esta escuela, que ha llegado a ser una de las universidades más importantes del mundo.

La estatua tiene un lugar preponderante entre las facultades y ve hacia el Campus en línea vertical a su eje central. Imposible no verla.

Por qué John Harvard, cuya esposa no le dio descendencia, hizo lo que hizo en lugar de dejar en mejor situación a su viuda: sola y en un país extranjero? No se sabe.

Por qué todos los visitantes “tienen” que sobar la zapatilla izquierda de la estatua de John Harvard, menos se sabe.

Y lo más increíble es que si preguntas a cada uno de los que ha sobado la zapatilla por qué lo ha hecho, cada uno te contestará una cosa diferente.

Atendiendo a mis escasos estudios en materia de Conducta Animal, te diré que todos lo hacen porque ven que todos lo hacen. Y si fueras el primero en entrar a Harvard una fría mañana de marzo y al pasar vieras que la patilla izquierda de esa escultura se encuentra brillante de tanto ser frotada, existiría una altísima probabilidad de que lo hicieras: por el simple hecho de que intuirás que muchos más lo han hecho.

He aquí lo que he recabado de los por ques, respondidos.

1.- Para volver a Harvard. 2.- Para poder ingresar a Harvard. 3.- Para que mis hijos puedan, en algún futuro, entrar a estudiar a Harvard. 4.- Para que me aprueben la beca o la ayuda financiera. 5.- Para que yo sea uno de los poquísimos que obtienen los puntos necesarios para calificar como futuro alumno de Harvard.

En fin. Cuando vengas, frota la zapatilla y pide un deseo. El que sea, total no serás el primero que lo haga a sabiendas de que eso no funciona. Mejor ponte a estudiar muy duro y ahorra para que algún día seas uno de sus orgullos graduados.