Antes de empezar mi reseña me gustaría felicitar al mesero Emanuel, fue muy educado, servicial y muy puntal, además era muy guapo, creo que eso agrega un plus.
Crónica de una gloria gastronómica: la milanesa a la napolitana que me hizo cerrar los ojos y suspirar
Hay comidas que uno come. Y hay otras que se viven. La milanesa a la napolitana que probé hoy pertenece, sin duda, a la segunda categoría. Fue una de esas experiencias donde cada bocado te hace detenerte, mirar al plato como si le debieras algo, y agradecer que alguien, en algún momento de la historia argentina, haya tenido la brillante idea de unir una milanesa con jamón, queso y salsa de tomate caliente. Vamos por partes.
El primer impacto fue el visual. No te voy a mentir: entró por los ojos. Una porción generosa, sin escatimar en nada. El queso se desbordaba por los bordes, dorado en algunos rincones, burbujeante en el centro. El jamón, apenas visible, prometía ese toque salado que contrasta con la acidez justa de la salsa. Y la milanesa… dios mío, la milanesa. Crocante en los bordes, dorada como el ocaso de un día perfecto. El pan rallado no estaba quemado ni gomoso. Estaba en su punto. Se notaba que fue frita en aceite limpio, sin apuro ni miserias.
El aroma me abrazó antes de probarla. No era solo olor a frito. Era una mezcla de salsa casera, ajo salteado, orégano recién espolvoreado y queso fundido que llenaba el aire como una promesa. Me detuve un segundo a respirar. A veces, esas pequeñas pausas son necesarias para anticipar lo que viene.
Primer corte, primer bocado. El cuchillo entró suave, pero con esa pequeña resistencia crocante que indica que la milanesa fue bien empanada y bien cocinada. Al separar la porción, el queso se estiró como una telaraña gloriosa. La carne estaba tierna, ni fibrosa ni seca. El empanado no se despegaba —detalle clave—, lo que habla de un buen trabajo previo con huevo y pan rallado en cantidad justa.
En la boca, todo explotó de forma armónica. El jamón se fundía con el queso y la salsa, aportando un balance salado que acariciaba la lengua. La salsa, mamita querida, era el alma del plato: espesa, con tomate natural (se notaban los pedacitos), ajo, cebolla apenas dorada y un toquecito de azúcar que redondeaba la acidez. No era una salsa de lata, era la salsa. Y el orégano por encima, recién puesto, perfumaba el conjunto como una caricia final.
La guarnición fue un capítulo aparte. Papas fritas caseras, cortadas a cuchillo, de esas que no son todas iguales. Algunas más crocantes, otras más tiernas. Pero todas con alma. Crocantes por fuera, cremosas por dentro. Doradas, no quemadas. Y algunas, las más suertudas, se habían empapado del queso y la salsa que se derramaban por el plato. Esas eran pequeñas joyas escondidas.
Conclusión: esta milanesa a la napolitana fue mucho más que una comida. Fue un mimo, una obra de arte popular, una celebración de lo simple hecho con dedicación. Cada elemento tenía su lugar, y juntos lograban una sinfonía de sabores que me dejó el corazón contento. No es sólo que estaba rica: fue...
Read moreThis restaurant is highly rated but after eating there I admit I just don't understand it. It certainly wasn't terrible but it was by no means good nor remarkable. We ordered an appetizer ... a pie filled with boiled potatoes which was very tasteless and without any sort of spicing or cooking expertise to make it appetizing. The ribeye steaks we ordered were well overcooked, fatty, and somewhat tough. The presentation was very ordinary. House red wine generous volume but low quality. Besides all that you find yourself packed into a small space with a lot of people. So the restaurant seems to do well but I think mainly if you are looking for a type of semi-junk food consisting of fried milanesia with french fries which is probably their specialty. The service was fine, no complaints, so 2 stars for that. For the price we were looking for something more and it just wasn't...
Read moreNuestra experiencia en este lugar fue simplemente excepcional. Ya lo teníamos en nuestra lista de pendientes y, luego de pasar por algunos restaurantes que nos dejaron un sabor agridulce, llegamos aquí con muchas expectativas. La verdad es que superaron todas con creces.
Desde el primer momento, el servicio fue impecable. Queremos destacar especialmente la atención de Joaquín, quien con una actitud amable, cercana y muy profesional, nos guió pacientemente a través del menú. Siendo nuevos en esta gastronomía, agradecimos muchísimo sus recomendaciones y la manera en la que nos ayudó a descubrir los sabores más representativos del lugar.
La comida fue memorable. Probamos las empanadas de mechada y de carne cortada a cuchillo, que resultaron exquisitas, con una masa perfectamente lograda y un relleno sabroso y jugoso. Luego, nos aventuramos con la milanesa “Gallego” para dos personas. Aquí una advertencia amable: ¡las porciones son realmente enormes! Tanto que no logramos terminar ni la mitad. Aun así, cada bocado fue una delicia, con una preparación generosa y de gran calidad.
En resumen, este restaurante se convirtió en uno de esos lugares imperdibles en Mendoza. Por la excelencia de su comida, el tamaño de sus porciones y, sobre todo, por el servicio cálido y atento de Joaquín, sin duda es un sitio al que volveríamos y recomendaríamos a cualquiera que quiera vivir una auténtica experiencia...
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