Si entras y el camarero que te atiende ya parece que le molestas, la cosa empieza mal. Si le pides que te asegure qué platos del menú no llevan pimientos, pues uno de nosotros es alérgico, la cosa sigue empeorando. Pero si encima no lo sabe o le cuesta averiguarlo todavía peor. Pero si finalmente te asegura que uno no lleva, te lo trae y sí que lo lleva ya es el remate. Todo esto porque una parrillada de verduras no pueda no llevar pimientos, que es lo que pedimos desde el principio! Pero por si esto fuera todo, se muestra contestatario y se dirige a nosotros con términos como “figura”, “campeón” o “máquina”. Para no dar crédito!! Nosotros fuimos educados, dimos las gracias cada vez que se nos traía algo a la mesa, etc... solo preguntamos de forma calmada y respetuosa para constatar que no fuera posible algo tan básico en hostelería: adaptarse a un cliente alérgico a un producto. Una pena, los platos estaban muy ricos. Las croquetas de jamón son un escándalo de buenas, por ejemplo. Era la segunda vez que íbamos (la anterior también nos atendió la misma persona) y también ha sido la última.