Ayer, movidos por la curiosidad y la expectativa, mi esposa y yo decidimos visitar este establecimiento, del que habíamos oído hablar en diversas entrevistas y vídeos. La experiencia gastronómica que nos aguardaba distaba mucho de la oferta habitual en Zaragoza, donde la mayoría de los locales que se autodenominan “turcos” están en realidad regentados por paquistaníes e indios. En ellos, el concepto de kebab ha derivado en una especie de mastodóntica amalgama de carne indescifrable, embadurnada en ingentes cantidades de salsas industriales, más próxima a un desafío estomacal que a una auténtica delicia otomana.
Mi esposa, que vivió un año en Turquía y conoce bien su gastronomía, llevaba tiempo desilusionada con la supuesta “comida turca” de Zaragoza, carente de autenticidad y refinamiento. Sin embargo, este lugar despertó su interés, y no tardamos en darnos cuenta de que nos encontrábamos ante algo muy diferente.
Nuestra primera grata sorpresa fue descubrir que el propietario es turco, lo que ya imprimía autenticidad al lugar. El ambiente, lejos de la frialdad impersonal de otros establecimientos, emanaba calidez y familiaridad. Los clientes parecían conocer al dueño por su nombre, y él, en un ejercicio de hospitalidad genuina, se dirigía a ellos con cercanía y cordialidad, como un anfitrión que recibe a amigos en su propia casa.
Optamos por pedir cuatro dürüms para llevar. Incluso antes de probarlos, nuestra impresión ya era sumamente positiva: el asador de carne exhibía un color y una textura que transmitían frescura y calidad, lejos de esas masas prensadas de dudosa procedencia que proliferan en otros locales. Mientras esperábamos, conversamos brevemente con el dueño, quien, a pesar del trajín del negocio, se mostró en todo momento atento y amable.
Al llegar a casa y degustarlos, la diferencia se hizo aún más evidente. La carne, jugosa y cortada en trozos sustanciosos, se alejaba de esa costumbre de servirla en finas láminas casi transparentes, más propias de un pergamino antiguo que de un plato digno. La verdura, fresca y crujiente, aportaba equilibrio y sabor, elevando el conjunto a una categoría que rara vez se encuentra en este tipo de comida en la ciudad.
Mi esposa, con su conocimiento de la cocina turca, confirmó lo que ya sospechábamos: aquí se respeta la esencia de un buen kebab, sin concesiones a la mediocridad ni a las fórmulas industrializadas que tanto abundan.
He leído críticas que mencionan el tamaño y el precio como puntos en contra, pero me resulta evidente que muchos han caído en la trampa de la cantidad sobre la calidad. Al final, lo barato puede salir caro, sobre todo cuando el desenlace de un kebab de un kilo por siete euros se paga en el baño al día siguiente.
Este establecimiento es, sin duda, el mejor de Zaragoza en su categoría. Producto de calidad, un precio más que razonable y un trato excepcional se conjugan para ofrecer una experiencia que, personalmente, no pienso cambiar por ningún otro lugar. Mis más sinceras felicitaciones por estos 25 años de excelencia...
Read moreYou think you have the baddest Kebap place in your town wherever you are from? Well you have never been in the House of Medusa…no vegetables besides salad and tomatoe, cold and hard beef and reallyyyy disgusting...
Read moreBastante bien la verdad. Es un kebab no comercial, totalmente diferente al resto en decoraciones, ambiente... Hay gente de todas las edades, cuadros, sillas y mesas de madera, está limpio, te ponen vaso con hielo para beber... El kebab es todo lo contrario a los que venden en el resto de establecimientos. La carne es gruesa, sabe a ternera, el kebab no está seco y la salsa picante es diferente al resto. El precio es más elevado lógicamente. Por poner una pega,...
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