Una de las experiencias culinarias con estrella michelín en la ciudad de Zaragoza. Múltiples pases con 30 degustaciones. La apuesta por la cocina es innegable, siendo, hasta ahora, el menú con más elaboraciones que he comido. También con notables toques exóticos, el menú casi alcanza el pleno de alimentos de proximidad, con una visión amplia de las muchas posibilidades que tiene Aragón para soportar alta cocina. Eso aporta ventajas relacionadas con la identidad y sostenibilidad del conjunto de sus platos, pero crea un trayecto más plano y estrecho que otros menús comparables.
Dicho eso, mi valoración de la comida es perfecta porque varios de sus pases me resultaron brillantes (i.e., 1. tartaleta de esturión ahumado y limón negro, 2. tartaleta de carrillera de ternera y camarón curado, 3. calabaza y rabo de cordero, 4. Salmonete cocinado en cera de abejas, 5. Cultura de la manzanilla...), al tiempo que los platos poseen una estética preciosa (1. Foie mic-cuit Mudéjar, 2. Ostra con escabeche de cítricos y aceite de eneldo, 3. Manzana, caramelo y miso...), y la cultura es incluida con mucha nobleza (licores de 1960s, patata asada bajo el criterio tradicional de la cocina en barro...). Es muy fácil distinguir el enorme trabajo que este equipo aplica en su menú y merece reconocimiento. Es la comida (supongo que valorando un menú degustación es ideal) lo que aupa mi valoración al 4/5.
¿Cómo pienso que esta experiencia debe mejorar?
Hay una deficiente comunicación con el comensal sobre el sentido que conecta, sobre la elaboración de muchos platos, sobre el mensaje que el equipo pretende transmitir. No parece un asunto del servicio, si no más bien una práctica no adecuada de la dirección y cocina. Mi humilde opinión es que estas experiencias deben emocionarte, con sacudidas de adrenalina mediante sabores hasta ese momento desconocidos, pero también transmitiendo ternura mediante la vocación y pasión que el equipo (estoy seguro) ha desempeñado en el menú. Me queda una satisfacción incompleta, algo así como que han desperdiciado la oportunidad de hacernos partícipes de las muchas decisiones que se han considerado y ejecutado en este menú, los "por qué" de las cosas, de las combinaciones, del viaje que hemos hecho a través de esta degustación.
Comprendo que hay muchos clientes de este tipo de experiencias que, debido a su renta, puedan acercarse a este tipo de restaurantes de la forma que yo lo hago a una hamburguesería elegante. El enfoque: quiero comer rico. Pero cuando la clase media se acerca a estos espacios, y algo he oído sobre que también somos importantes para su subsistencia económica, uno espera más. Espera una algarabía de emociones, no solo por sus sabores, si no por el relato y la narrativa, por como el criterio del local ha imaginado ocuparnos durante 4h para que, tras ello, salgamos más felices de lo que éramos deseando descubrir lo que guarda.
En definitiva, sugiero al equipo de Gente Rara mantener la calidad gastronómica de su menú, pero también mucha más comunicación con el comensal, un esfuerzo por transmitir lo que vemos y no vemos en cada pase, en lugar de dejar esa tarea en brazos de la iconografía y el buen entendimiento o imaginación de sus clientes.
El espacio tiene mucho vanguardismo. En parte, es la justificación que encuentro a la forma en que se comunica -según yo, débilmente- el menú a los comensales: en plan moderno, ¿chic? Pero si la cocina que ofrecen se sostiene (como es justo) en brazos del impulso tradicional, que duda cabe que mi petición anterior es razonable.
Apuntes menores: el hilo musical es muy personal, y es de las componentes de la experiencia que transmiten más criterio propio (positivo), pero no me parece el más adecuado. Puntualmente hubo un olor a humo excesivo (pese a la distancia con la cocina, y la amplitud del espacio) y me extraña. La vajilla es preciosa, pero rompe el criterio más industrial que emerge de la estructura del espacio.
Muchas gracias por su trabajo y buen hacer para que la gastronomía no olvide sus raíces pero tampoco se...
Read moreTo understand the experience at Gente Rara (Strange People), one must understand the city is located in. Zaragoza (Caesar Augusta) was settled by the Greeks around 300 BC and grew under Roman rule. It has had many rulers and has the infusion of many cultures, nestled near the Pyrenees, and northern and eastern seas it has access to many fresh food. Today it is a diverse city which is known for industrious people.
Gente Rara manages to capture the essence of this city through its extensive small plate menu. In this experience you will sample a tour which will take you through the back alleys of this city and it’s rich gastronomic delights. You will sample local produce, bakeries, wines, and cheeses, while also demonstrating the global influences which have been adopted and mastered by the Chef Palacios and his team of artists. It is amazing to watch the discipline of the staff while dining in a warm and...
Read moreMi conclusión al salir de ese garaje fue que la gente nos dejamos engañar, y que nos merecemos que nos engañen. La base de muchos de los platos es casquería, y aunque te sirven 20 platos, cada uno tiene unos 20 gramos de comida decorada. Que sirvieran cerebro (con su pinta de cerebro), me causó rechazo, al igual que muchos de los platos que, aun bien presentados, siguen teniendo de base víscera barata. El plato del postre te lo sirven con un: "adivinad el ingrediente secreto". Empiezas a saborear (estaba bueno) intentando dilucidar el ingrediente. Pues bien, el ingrediente era sangre. Ciertamente, dejaba un regusto a hierro que sólo la sangre puede dejar. Sales de allí habiendo comido cerebro, sangre, riñón, un par de flores, 20 gramos de arroz, dos sardinas, 3 porciones de queso... y con 100 euros menos... y te vas pensando que eres idiota. El servicio me hizo sentir joven, ya que parecía el colegio en vez de un restaurante de adultos. Te dan "órdenes" que no son muy normales, y me dijeron una vez que no podía ir al baño; en ese momento, no podía ir al baño porque alguien iba a explicar algo... pero como te meten 20 chapas con cada plato, yo dije que no me importaba, que me pedía el discurso, pero que iba al baño... me dijeron que no, que primero la chapa y luego el baño. La posición de nuestra mesa era como una barra americana. Éramos cuatro. Yo solo podía hablar con la persona que tenía al lado, ya que las otras dos no me podían oír si no les chillaba... así que a veces te limitas a mirar al frente (como en el cole), mientras comes la casquería de turno y te ponen pan. Al final de la cena, se pusieron a limpiar sus mesas con esponja y jabón, todo muy bonito visualmente (en vez de esperar a que la gente se fuera, iban limpiando con sus quitagrasas la mesa cocina que tienes delante, lo que da una mala sensación sobre todo en un sitio así). Para la "comida" pedí de beber una coca cola (cuando salgo fuera me gusta beber coca cola con la comida) y se me quedaron mirando como si les hubiera pedido oro batido. NO tenían ninguna bebida que no fuera vino o agua. Eso me pareció extraño en un restaurante, pero más chocante me resultó que se queden tan sorprendidos de que alguien pidiera un refresco en un restaurante. ¿Nadie les había pedido nunca una coca cola? De verdad, ¿nadie? Pueden ir de exclusivos y decir que los refrescos no pegan con su comida, pero cuando sirves cerebro, riñones y sangre, lo menos q puedes hacer es tener hasta "tang" y cantimploras zumok para que a los comensales se les quite ese sabor de la boca. No obstante, veo que la mayoría de las opiniones son muy positivas, por lo que deduzco que ese estilo culinario agrada en general. A mí me pareció...
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