Habíamos decidido escapar un par de días. Mi esposo, mi bebé, mi perrita y yo. Querétaro nos recibió con el cielo limpio y ese aire tibio que parece prometer calma. Siempre que viajamos con ella —mi perrita— buscamos lugares donde nos permitan compartir la mesa, como familia. Lo hemos hecho en muchos estados de la república, y siempre sin problema.
Esa mañana parecía una más. Nos asignaron una mesa cerca del paso de los meseros, justo donde la gente entra y sale con las charolas repletas. Ella, mi perrita, se acomodó bajo la silla, silenciosa, confiada. No todos lo saben —ni tienen por qué—, pero su colita tiene una pequeña dolencia: un roce basta para hacerla estremecer de dolor.
El incidente ocurrió en un segundo, como todos los incidentes que marcan una historia. El mesero pasó, su pie se cruzó con la cola de ella, y el grito fue el lanzamiento de una pequeña mordida, una defensa tan instintiva como la nuestra cuando el dolor nos sorprende. Ella no lo hizo con furia, sino con miedo. Yo me disculpé al instante, sentí el rostro rojo rojo. Ella nunca lo había hecho antes. Convive con una bebé, duerme a sus pies, juega sin lastimar. Pero el dolor… el dolor no avisa.
El mesero, sin saber de su condición, regresó después a atender otra mesa. Ella lo reconoció. Olió su presencia, la asoció al recuerdo punzante. Volvió a reaccionar. Él se apartó, visiblemente molesto, y me dijo con voz seca: —Señora, ese tipo de perros no puede estar aquí. Ya es la segunda vez. No hubo disculpa por lo ocurrido antes. Solo la sentencia. Yo me volví a disculpar.
No quise discutir. No vine a eso. Solo pensé en cómo un simple accidente puede alterar el curso de una comida, de un día, de una impresión. La noche anterior habíamos cenado en Maco Café: delicioso, amable, cálido. Ella fue la misma perrita, pero allá nadie la pisó. Cenamos delicioso y en paz, hasta le ofrecieron agua.
Las chicas de la mesa vecina, testigos involuntarios del malentendido, nos ofrecieron moverla a su lado. —No se preocupen, se ve que es muy tranquila —dijeron sonriendo. Y lo fue. La cambiamos de lugar, nos atendió otra mesera, y el resto del desayuno transcurrió en paz.
Solo un detalle final: en la carta decía que el desayuno incluía café, jugo o fruta, pero nos los cobraron aparte (tal vez por el incidente). No discutimos. Pagamos, dejamos la propina, nos fuimos.
La comida está bien por el precio. Pero las experiencias —esas que se quedan suspendidas en la memoria— pesan más que el sabor. Es seguro que NO volveremos a este lugar. Por eso, esta reseña lleva tres estrellas. Porque a veces, incluso en los lugares más tranquilos, el dolor puede colarse...
Read morePopped in for a quick light lunch and enjoyed the sopa de Azteca and a Jugo Verde. The soup was really well presented and I thought it was missing the queso and tortillas but one once I started mixing it there was plenty in the bottom of the dish covered by the soup. Very delicious. The Jugo Verde was nice tasting and didn't taste as sweet as others I've had which is probably better for my health and teeth ☺️. The place looked open, spaced out and clean with a water rodi station for use which was a nice touch. Service was great although we were alone so can't comment...
Read moreIt's a good looking place and the food is very good but definitely I wouldn't come here again for breakfast. The place gets too crowded, there's not enough room or staff for the people they get. We had to wait 30 minutes for two coffees and an orange juice, and the food wasn't ready for another 25 min; besides, the food is a tad expensive for what it is. Is a nice place to know but not...
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