Gran propuesta culinaria con detalles a pulir en el servicio
Hoy visité El Volador con una amiga y me llevé una impresión general bastante positiva, aunque con algunos matices importantes a tener en cuenta. La propuesta del restaurante es realmente interesante: cada plato está pensado como una experiencia, con una presentación muy cuidada y una cocina que demuestra creatividad, técnica y dedicación. El espacio es precioso, con una decoración acogedora y una atmósfera que invita a disfrutar sin prisa.
Lo que creemos que podría mejorar es la atención al cliente. El camarero que nos atendió fue amable, pero sentimos que no logró transmitir del todo la experiencia que el restaurante claramente busca ofrecer. Le faltaba información sobre los platos y no supo responder con seguridad a algunas preguntas que le hicimos, lo que restó un poco a ese valor añadido que uno espera en un sitio con una propuesta tan pensada.
Además, su actitud fue algo insistente durante la comida. Se acercaba con frecuencia —más o menos cada 10 minutos— a preguntar si podía retirar los platos o si íbamos a pedir algo más, incluso cuando aún estábamos comiendo o conversando tranquilamente. Esto generó cierta incomodidad, ya que estábamos disfrutando sin prisa y continuábamos consumiendo. En un momento incluso me vi preguntándole si funcionaban por turnos, porque daba la impresión de que necesitaban liberar la mesa, aunque aún faltaba pedir el postre.
Cuando llegó el momento de pedir los postres, notamos nuevamente cierta falta de claridad en la explicación. Afortunadamente, una compañera del camarero —posiblemente su supervisora— intervino para ayudarnos y nos propuso uno a base de piña. Sin embargo, tampoco quedó muy claro en qué consistía exactamente. En un restaurante donde la experiencia es tan importante, creemos que ese tipo de detalles también debería estar mejor cuidado.
Hubo también un pequeño incidente que fue algo incómodo: dejaron en nuestra mesa un plato que parecía ser un postre de cortesía. Mi amiga llegó a introducir la cuchara, aunque no lo probó. Justo después, el camarero se dio cuenta de que no era para nosotras y lo llevó directamente a otra mesa. Entendemos que los errores pueden ocurrir, pero quizá hubiese sido más adecuado retirarlo y cambiarlo antes de llevarlo a los siguientes comensales.
En resumen, El Volador tiene muchísimo potencial: una cocina excelente, un espacio muy bonito y una propuesta que vale la pena. Solo sugeriríamos prestar más atención a la formación del personal de sala para que puedan acompañar y potenciar todo lo bueno que la cocina ya está ofreciendo. Con pequeños ajustes en la atención, sin duda se convertiría en un lugar al que querríamos volver...
Read moreEl envoltorio perfecto… para una ausencia: demasiada pose, poca alma
Hay restaurantes que cocinan. Otros, que representan. Este pertenece al segundo grupo, y lo hace con esmero: presentación cuidada, local impecable, precios que insinúan exclusividad. Todo encaja en lo que se espera de un “sitio de nivel”. Todo salvo lo esencial.
Un restaurante más interesado en aparentar que en emocionar. Todo está cuidado hasta el exceso, buscando ese aire de sofisticación que, en realidad, NO SE SOSTIENE. La comida está buena, sí, pero el conjunto se siente vacío, efectista. Como un dibujo de un niño decorado con purpurina: llamativo, pero sin profundidad.
Los platos no parecen surgir de una idea clara o de una intención culinaria honesta, sino de una acumulación de elementos puestos al azar para provocar una reacción superficial: El típico sustito de película barata: un grito por aquí, un primer plano por allá. Nada que perdure, nada que conmueva.
Porque lo que aquí falta no es técnica ni estética. Es propósito - ALMA: Esa pulsión genuina que convierte un plato en una historia, un gesto, una herencia. Aquí, en cambio, cada elemento parece colocado no para alimentar, sino para impresionar. Como si el objetivo no fuera emocionar al comensal, sino tranquilizar al inversor.
Se busca epatar, ASOMBRAR, NO CONMOVER. Hay talento, sin duda. Pero al servicio de una escenografía que dice mucho del miedo a no ser suficiente si se despoja el exceso. Como si sin el oro y la pompa, el plato quedara desnudo... y vacío.
La puesta en escena —desde la presentación de los platos hasta la ubicación del local— pretende transmitir exclusividad, pero en realidad todo responde a un guión previsible: COMIDA VISTOSA, PRECIOS INFLADOS y un barrio rico. Como si eso fuera sinónimo de calidad.
Lo que podría haber sido un homenaje a la cocina mexicana, se convierte así en un ejercicio de autoafirmación estética: vistoso, caro, olvidable.
Una máscara perfecta. Pero una máscara al fin y al cabo; TÍPICO RESTAURANT DE CENTRO COMERCIAL, PERO CON ÍNFULAS .
Podrías llevar a tu amiga a sacar fotos de IG, pero no a tu novia; a una la impresionas, a la...
Read moreGreat food, many regional Mexican dishes that you can't find anywhere else in town, such as:
Sikil Pak is an ancient Maya dip from the Yucatán Peninsula in Mexico. It is made from ground pumpkin seeds, tomato, chili, and lime juice. Its name comes from the Maya words "sikil" (pumpkin seed) and "pak" (tomato). It has a thick, creamy texture with a toasted, slightly tangy flavor.
It is typically served with tortilla chips, fresh vegetables, or tortillas. Its texture is similar to hummus but with a nutty, earthy profile.
Great cocktails. Great decor. The prices should be 50% more considering this is a nice place and not...
Read more