La Devesa es el corazón de Girona, en muchos aspectos. No en vano se le han dedicado composiciones músicales y poemas. Es tanto el lugar de los primeros y caóticos botellones del fin de la era Covid, como el asiento de los parques de diversiones de la Feria de Sant Narcís. Entre sus altísimos árboles, verdes y umbrosos en la época estival y románticamente desnudos durante el invierno, han transcurrido idilios gironinos, pasean a sus anchas los perritos, juegan los niños y andan sus recuerdos los ancianos. Dos veces a la semana, los martes y los sábados, se puebla con la feria de productos de la región y todas las otras mercancías que puedan ser transportadas en camioncitos, desde ropa hasta enseres del hogar, y es una maravilla disfrutar de la diversidad cultural (vestimentas, idiomas, colores de piel, actitudes) que allí se congrega, llegando de toda Girona, de Salt y de la comarca. Los vendedores pasan, con una velocidad admirable, de pesar unas manzanas en árabe a ofrecer naranjas en catalán y cobrar bananas en castellano. Vale la pena ir aunque no lleves nada (estadísticamente difícil, algo te va a atrapar). La gente también corre, hace ejercicios y anda en bicicleta. Hay un hermoso jardín botánico pequeño, y al fondo están el Auditorio y las instalaciones deportivas. En esta parte suelen armarse también los circos itinerantes. Tres puentes te permiten cruzar el dulce Ter, pero el más humano es la pasarela que conecta con el centro de convenciones. Recomendaciones: evitar los días de lluvia fuerte y posteriores inmediatos, porque se forma bastante barro. Y cuidado al cruzar los espacios verdes, sobre todo en verano, que uno lleva sandalias, porque hay muchas ortigas. ¡A disfrutar este pulmón de Girona!