Es un lugar con un encanto especial. Lo recuerdo desde siempre. Con su kiosco en madera. Donde se puede pasear y, cuando el kiosco era bar cafetería, tomar un café o refresco, en sus mesas y ver a la gente del lugar y de fuera, pasear a su alrededor. También, en ciertas y determinadas fiestas, la banda municipal o alguna fanfarria o murga, interpretar sus canciones y repertorio. Siempre lo recuerdo con encanto y añoranza. En una esquina, el bazar Las Antillas, regentado por Anita, con sus chuches, golosinas y un largo etcétera. Por otro, los carritos de Eusebio, de Paco o de Manolo. También con sus chuches, cigarrillos y otros. Y aparte de pasear, contemplar sus vistas hacia el Puerto de la Cruz. Y lugar de juegos tradicionales, dígase boliches, virucas, trompo, ... ... y otros. Y pasear con las chicas del pueblo y alguna foránea, ... y en otro tiempo, donde hoy se encuentra el Centro Municipal de Mayores, comprado por el Ayto. en 1.980, esta casona perteneció al mayorazgo del I marqués de la Quinta Roja, instituido en 1.613. Tras el paso de los padres de Diego Ponte y de su hijo, pasó a manos de Jorge Pérez Glez. , hijo del médico de la familia Ponte, que la convirtió en el Hotel Victoria. A finales de los 50 se instaló en ella la Sociedad Liceo de Taoro, dónde en lo bajo, estuvo el bar El Camellito, lugar de reunión y encuentro de los jóvenes del lugar, y hasta que en 1.976 se transformó en un curioso museo de muñecas autómatas y otros objetos. Y en 1.980, lo dicho anteriormente, el Centro Municipal de Mayores. Muchos recuerdos, vivencias y añoranza, ... ...