Crónica de un desatino culinario anunciado
Hay días en los que uno se lanza con ingenuo entusiasmo a la promesa de lo nuevo. Instagram, ese oráculo moderno de las maravillas, nos reveló la existencia de un flamante restaurante que ofrecía platillos a 29 pesos —por promoción, claro, por un solo día— y como no escarmentamos fácilmente, decidimos arriesgar el estómago con la esperanza de encontrar, por una vez, una joya escondida en el fango. Error.
El lugar, según los comentarios (escritos al parecer por familiares, amigos o community managers muy bien pagados), prometía una “experiencia extraordinaria”. Y sí, lo fue, pero más en la línea de una tragicomedia culinaria que de una travesía gastronómica.
Comencemos por lo básico: no hay estacionamiento. Encontrarlo es una odisea urbana digna de un relato kafkiano. Pero persistimos. Nos ubicaron en una terraza con sombrillas escasas, lo que convirtió el almuerzo en un duelo con el sol. Las paredes blancas, reflejando los rayos con entusiasmo criminal, acabaron de sellar el suplicio. Pero aún había esperanza: el menú.
O eso creímos.
Una mesera, con la sutileza de un inspector del SAT, se acercó no menos de cuatro veces a preguntar si ya estábamos listos para ordenar. Mi madre, santa de paciencia agotada, tuvo que recordarle que leer un menú no es deporte olímpico y que, si no tiene prisa ella, tampoco la teníamos nosotros. La joven respondió con un gesto que mezclaba el hastío con la indiferencia profesional y desapareció.
Al fin, decidimos qué pedir. Pero no contábamos con la cláusula oculta: “Solo un platillo por persona”. Así, sin previo aviso, como si se tratara de una penitencia. ¿La razón? Nunca nos la explicaron con coherencia. Volvimos a reorganizar nuestro limitado banquete.
Entonces llegó la danza del desorden. A mi hermano le sirvieron los chilaquiles en plato extendido, con frijoles. A mí, los mismos chilaquiles, en un bowl sin frijoles. Al solicitar que me los sirvieran igual —detalle mínimo para cualquier cocina que se respete— comenzó la farsa.
Los chilaquiles que pedí eran con chile morita y epazote, ingredientes que no se esconden fácilmente al paladar. Pero lo que llegó a mi mesa era una insípida versión roja de jitomate, igualita a la de mi novia. Al señalarlo, la mesera entró en un loop de negación pasivo-agresiva, y prometió consultar en cocina. Nunca volvió.
Otro empleado, no mesero sino “ayudante espontáneo”, escuchó nuestro relato y soltó una frase que encapsula la filosofía del lugar: “Siempre es lo mismo, se les acabó y pusieron rojos”. Muy digno. Se ofreció a “decirles” que le pusieran morita y epazote. Regresó el platillo, igual de erróneo, pero esta vez frío y con totopos duros como discos de vinil.
¿Y hablar con alguien? ¿Para qué? Treinta minutos y tres platos después, nos resignamos a la mediocridad.
La experiencia del resto de los comensales (léase: mi familia) no fue mejor. Las enchiladas de mi madre: frías, duras, ofensivas. Los chilaquiles con mole de mi padre: una capa de mole tibio sobre totopos secos. Como si alguien hubiera visto un TikTok de cocina y dijera “yo puedo hacerlo igual”.
Y llegó el gran final: hablar con el joven barbado, presunto dueño, quien respondió con la gracia de un portero de antro: “No se le puede dar gusto a todos”. Le explicamos que esto no es cuestión de gustos, sino de procesos culinarios básicos. Su respuesta: en la Roma se sirve así. La Roma, claro. Como si mencionarla validara cualquier disparate. ¿Y el tono? Entre la soberbia de quien cree que servir en bowl es vanguardia, y la ignorancia de quien no ha pisado una cocina profesional.
Conclusión: si así es el dueño, así es el restaurante. Pretencioso, mal ejecutado y soberbiamente sordo a la crítica.
Pero al menos, aprendimos algo: los 29 pesos no eran promoción, eran...
Read moreCRISPY BURGER: Initially, I hadn't planned to eat out this night. However, the moment I walked in I was welcomed with open arms. I skimmed items on the menu and I after chatting a bit, I knew right away that I wanted to dine in. By recommendation of Mauricio - I had the crispy burger. Hands down, amazing!! The batter is amazing with a crunch and tender chicken inside. The fries were amazing, and the service by Valentina was amazing too. Thanks so much!
I'd have taken a picture but there was nothing left to take a photo of! Also the restaurant boasts a rad art gallery! The service, food, and atmosphere should be on your list of places to try. When (I hope) I come back, I will definitely revisit this spot....
Read moreMuy mala experiencia. Fuimos el Domingo por la mañana y salí arrepentido de la ida. La espera de media hora por una mesa se extendió a 50 minutos. Entiendo que en Domingo suele haber mucha gente para salir a desayunar y los restaurantes se pueden poner muy ocupados, pero incluso cuando por fin tuvieron nuestra mesa llegamos a qué la estuvieran limpiando apenas.
Muy "aesthetic" el lugar y todo, con su DJ mezclando música house a un demasiado volumen alto.
La comida fue la verdadera decepción. Me trajeron mi pozol caliente en un vaso de vidrio que por el calor del líquido, era difícil sostener y muy alto para una bebida caliente. A mí me trajeron unos "chilaquiles" que no eran más que totopos con un poco de salsa arriba. ¿Para acompañarlos? Frijoles totalmente fríos. A mí amiga le trajeron su salsa de tomate para su grilled cheese después de casi media hora de espera y de preguntarle a DOS meseras sobre ella. El grilled cheese, un platillo super fácil de preparar, llegó mucho después de ambas órdenes de chilaquiles, por alguna extraña razon. Al preguntarle a la mesera, nos dijo que ese platillo tardaba más en prepararse. Una mentira para tapar que obviamente ni siquiera habían empezado a hacerlo. Todo de tardo muchísimo, menos la cuenta y la terminal.
Bonito lugar, muy llamativo, pero no vale la pena el pésimo servicio y la...
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