El banderón de España (de los chinos, todo sea dicho, que uno puede ser patriota pero no manirroto) que cuelga ufano de una de las ventanas nos hacía presagiar lo peor, pero no nos gusta mezclar el materialismo histórico con la gastronomía. Habíamos reservado mesa para dos, con la intención de celebrar nuestro aniversario y darnos un buen capricho.
Tras subir una rampa que en sus tramos más duros alcanza pendientes del 12% (si lo llegamos a saber venimos en mountain bike), llegamos al umbral de la puerta. Nos sorprendió un poco el hecho de que en todas y cada una de las mesas de la terraza podíamos apreciar parejas anglosajonas, familias de más allá de Cornualles, cabelleras blancas y ojos azules, y miles de acentos exóticos. ¿Es este otro de esos restaurantes-trampa para extranjeros? No es eso lo que nos han contado, así que vamos a echarle valor.
"Sí, tenemos una mesa para dos". El camarero no parecía estar acostumbrado a ver parejas españolas más bien tirando a feuchas, y nos hizo un face-control que ni en los clubes más elitistas de Londres. Se le podía oir pensar "menuda chusmaza, estos ni me dejan propina". No se equivocaba el lince, al fin y al cabo la tierra es para el que la trabaja. Con bastante desgana nos acomodaron en una mesita mínima, casi una mesa de camilla, una superficie etérea en la que si le acariciaba la mano a mi chica, dos copas y un plato iban al suelo. Es recomendable para parejas que atraviesan crisis porque se crea un espacio de intimidad y confidencia mágico. Si hablas por encima del susurro la pareja de al lado puede hasta hacer una crónica de lo que está ocurriendo.
"Las cartas las traigo en español, SUPONGO". Dios santo, era cierto, el camarero estaba realmente enfadado por nuestra nacionalidad. Mi pareja y yo nos miramos con algo de tristeza, nos duele España pensamos casi en telepatía, pero es lo que hay. Cuando el camarero estuvo a una distancia prudencial empezamos a escandalizarnos por los precios, no tanto porque no lleváramos dinero sino por un acto de traviesa rebeldía. Señalábamos algun precio disparatado y deciamos "oiiiiii, mira esto, que clavada" mientras notábamos que el camarero nos asesinaba con la mirada desde la lejanía. Cosas del proletariado y sus complejos.
Pero el caso es que teníamos hambre y decidimos empezar con una tempura de algas. Culpa nuestra, ni las algas se deberían considerar comestibles ni un rebozado gordo con litros de aceite usado de girasol debería estar permitido en el convenio general de hostelería. No quisiera ser gráfico pero el aceite me chorreaba por las comisuras de la boca y algunos otros comensales daban muestras de estar a punto de la nausea, viendo el panorama. "Cariño, pide un agua fría y que te pongan las algas en un taper, que hace tiempo que no engrasamos las bicis".
Mi chica es la típica amante de los quesos y el vino, así que pedimos una tabla de idem, como no. Clavada al canto, trocitos mínimos rotulados eso sí con carteles muy cuquis y sobre una tabla de pizarra negra que supongo justificaba el precio por unos 50 gramos (cálculo optimista) de proteína láctea. Cabe resaltar que no todos los quesos atravesaban su estado óptimo, pero a base de vino todo entra y tampoco estábamos para exquisiteces. A nuestro lado una pareja de alemanes de dos metros diez acababan de pedir un moet chandon para comer y cuando les descorcharon la botella en la mesa nos sentimos como la purria proletaria que éramos. "Esto nos pasa por salir de nuestra zona de confort, a ver como recuperamos la compostura ahora".
Y decidimos jugárnosla a la carta del atún, junto a la española, la otra bandera e insignia del restaurante la catedral. Atún con salsa parmentier rezaba la carta, encuadernada por cierto en tapa de madera y con un peso de mas o menos ocho tablas de queso (nos cuenta un malvado que para pesar los quesos usan básculas de precisión de las que se ven en los poblados marginales). Como a estas alturas estábamos ya escamados, pedimos nada más que un plato para compartir, por si les quedaba algo de aceite de las algas y porque nos...
Read moreAsked for gluten free bread, was told twice it was on its way and then it never arrived. Our group ordered both the cod dishes, one came completely on its own without any sides but the other had plenty despite being a euro cheaper! There was no indication on the menu or from the waitress that it was required to order sides separately, so left feeling quite hungry and unsatisfied with the dish! Food was generally nice but don't feel that it was quite worthy...
Read moreGreat restaurant,with great view of the ruins. It's not tapas but the food is excellent. There's no children menu (chicken nuggets and chips is the only option). The location is great and so is the interior design of the restaurant. If the weather is nice, suggest eating outside..dinner time suggesting to sit on -1 floor. Great for bigger groups. During peak season definitely need to book and they don't actually start serving food until 13.30....
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