Food was good, but nothing extraordinary. What really set the restaurant apart was its absolutely awful customer experience. From the cold looks from staff upon entering the restaurant to the rushed service, you’d think you were a nuisance to the people that worked there; that they had much better places to be than in that restaurant in that very moment. Dishes being cleared before food was finished, drinks hurriedly thrown on the table - it felt like they couldn’t wait for us to leave.
The icing on the cake was when our server asked our table where we were from. We answered Canada - as all four of us are, in fact, Canadian; 3 white, 1 Asian (my self) - only for her to look at me confused “and you? Canada too? You look Chinese or Japanese.” I was quick to blame it on this getting lost in translation, but knew very well what she meant. To hear this in 2023, in one of Europe’s largest cities, and one of Madrid’s most lavish restaurants is without a question, unacceptable. For a restaurant that sees tourists walk through their doors day-in and day-out, there’s no place for staff that are this small-minded and ignorant (read: racist). To management, please do better. To the staff, please do better. This medieval way of thinking has got to go.
For a star-less Michelin Guide restaurant, the food was good (red shrimp and crayfish were phenomenal) but with service like this, I wouldn’t recommend this restaurant to my worst enemy. There are restaurants in Madrid with comparable quality in seafood where you can actually...
Read more“Y el cine de actores y actrices se está quedando muy solo con la desaparición de los más grandes, presencias extraordinarias que no tienen reemplazo en el actual cine de Hollywood, dedicado íntegramente a Marvel y otras aparatosas naderías protagonizadas exclusivamente por el ruido y el cálculo, sin la menor noticia de que tengan un poco de alma”.
Esta reflexión hace CB a propósito de la muerte de Sean Connery y otros. Y aplica muy bien a lo que sentí al salir de Estimar Madrid.
El procedimiento de reserva online es sencillo pero te va a obligar a confirmar, reconfirmar y acceder. Por lo menos no piden señal.
La ubicación es magnífica. Está en el local que ocupaba un restaurante gallego y antes un mexicano. Pero lo mejor es que tiene varios hoteles de lujo y el Congreso a tiro de piedra. Lo que asegura un flujo continuo de clientes con billetes.
Mala recepción. Día laborable. 21h30'. Jefe de sala desbordado. Camarero novel que hace lo que puede. Nos colocan en un sitio de paso, cerca de los aseos. Una amiga me dice que al abrir en 2019, daban 35-40 cubiertos. Ahora más, creo. Las mesas están tan próximas que nos enteramos de la vida de los de al lado. Tienen que comunicarse a voces por culpa de una música atronadora que mezcla estilos y a una insonorización inexistente. Cuestionado el camarero, nos dice que es el estilo de la casa. Mal comienzo.
Al abrir la carta y tras ver la entradilla donde prometen que me van a cuidar “haciéndote sentir como en casa”, arrugo el ceño. Proponen platos basados en un producto de primera, todo del mar menos dos carnes y las guarniciones. Al ver los precios, te echas para atrás. Hay sándwiches a más de 100€ y el kg, de gamba roja está a 380€. Un horror.
Sin pedirlo, pusieron dos aperitivos por 3€ que resultaron ser lo mejor de la cena. Dos aceitunas gordales por cabeza, excelentes de sabor y textura y medio boquerón en vinagre cortado y presentado de manera alternativa aunque con exceso de aceite.
La ensaladilla de bogavante, al estilo Alhucemas, bien. La cantidad ridícula, tan ridícula que para comerla te ponen cucharilla de caviar. Metálica, claro. Venía acompañada de cuatro tostadas que el camarero tiró al suelo sin darse cuenta al servir la mesa contigua. Tan cerca estaba. Ahí se quedaron. Comparada con el restaurante de Sanlúcar, la cantidad es la mitad y el precio más del doble.
Chipirones rebozados a la andaluza con mahonesa de su tinta. 26€. Excelentes. Pelados, secos y crujientes. Creedme, hermanos, si os digo que había 13 unidades. Ni 100 gr. Tal cual. Acompaño foto en la que se puede discernir el tamaño porque estoy al corriente de la polémica sobre puntillitas, chopitos y chipirones. Acompañaba una mahonesa negra innecesaria que se quedó en el plato tras la cata.
Cabracho a la brasa. 9€/100 gr. Para dos personas 1,02 kg. Tuvimos que creérnoslo, con escepticismo. En muchos restaurantes de pescado donde se factura al peso, tienen la buena práctica de exponer la pieza con su peso en vitrina o presentarlo antes de cocinarlo. Aquí ni una cosa ni otra. Buen producto, bien tratado en brasas aunque algo sobrecocinado como es habitual. Regado con una bilbaína. No pedimos nada para acompañar ya que la ensalada de tomate, por ejemplo, costaba 18€.
Muy extensa bodega, sobre el papel y un pan horrible que tuvimos que devolver por correoso y que nos volvieron a traer pasado por el Josper.
No aparecieron ni el Sr. Zafra, ni el cocinero, ni el jefe de sala ni el sumiller, contra lo que suele ser habitual en sitios de este porte/precio, por lo que no pudimos dar nuestra opinión sobre el terreno.
Contra mi costumbre, voy a citar tres restaurantes de pescado en Madrid donde por el mismo precio o menos, lo puedes hacer mucho mejor. Es mi opinión: Cualquiera de Coruñesas: O'Pazo, Filandón, El Pescador. Para mi gusto Desde 1911 Cualquier Barril. Para mi gusto el de Goya Casa Rafa
Conclusión: una nadería protagonizada exclusivamente por el ruido y el cálculo, sin la menor noticia de que tenga un...
Read moreSensación muy decepcionante. Vaya por delante que suelo acudir a restaurantes de esta índole en Madrid y en el extranjero. En concreto, a nivel nacional y en pescados Elkano, múltiples japoneses y las grandes marisquerías de Madrid por poner ejemplos cercanos. Bien pues Estimar es fácil un 80% más caro. El precio disparado. Básicamente, por ubicarnos, las entradas y frituras sin los platos principales (cigalas y gallo en nuestro caso) ya fueron más caras que toda la cena en el mencionado Elkano, donde éramos 3 con vino y aquí 2 y vino por copas.
Para empezar las mesas están pegadas. No cerca, pegadas como en el burguer king lo que no procede. A un codo de distancia de las de al lado, inadmisible. La musica alta para un sitio así, una selección de Tangana, Delinquentes y demás más propia de un chiringuito que de un restaurante de 150€ barba colindante con las Cortes.
El servicio muy normal, tipo taberna o tasca. Pedimos copa de albariños y en ningún momento se nos dio una carta de vinos para ver si queríamos botellas.
Pero vayamos a la comida:
Para empezar a la hora de pedir pescados, solo tienen gallo o dorada de toda la carta. Ni rey, ni rodaballo, ni ningún otro; tampoco tenían gambas. El producto es fresco pero no puede ser que sólo tengas dos pescados a elegir.
Aperitivo que cobran excesivo, un boquerón en vinagre troceado. Muy rico. Ensaladilla de bogavante 28€, muy buena la ensaladilla como textura, ahora bogavante insípido, no merece la pena. Podían ser langostinos o gambas y no lo habrías notado. En este ámbito recuerdo el salpicón de bogavante de Gueyu Mar en Ribadesella, sitio también de brasa y mar, como algo glorioso y con la potencia de sabor que a este le falta.
Frituras, muy ricas. Increíbles de punto y textura, ahora dos boquerones 14€, ídem con la raya.
Almejas salteadas, muy buena la almeja pero la salsa falta de potencia y sabor, a 34€ la ración prescindible. Plato flojo flojo.
Cigalas a la brasa. Muy buenas de sabor y el producto de primera. Pero claro a 59€ cada cigala no volvería en mi vida a pedirlas porque no lo valen, es un despropósito.
Gallo a la brasa con bilbaina, muy bien de textura y sabor, estaba memorable. 89€ por 800 gramos, sale mucho más caro que el rodaballo de Elkano que es el mejor pescado que puedes tomarte en España y seguramente top a nivel mundial.
Postre tarta de chocolate, rica pero 16€ es una ida de olla para un postre.
Cena para 2, 360€ con 4 copas de albariño. Es altísimo el precio, especialmente comiendo con los de al lado encima, y con un servicio propio de un menu de barrio. Por la mitad de esa cantidad he cenado hasta reventar en sitios como O Pazo, Kabuki, Kappo, y pidiendo vino y todo tipo de caprichos y añadidos. Es mucho más caro que una barra de sushi con estrella michelin y 8 comensales a menu omakase en Tokio en la que estuve hace unos años. Es mucho más caro que el menu degustación de un estrella Michelin a escasos minutos de la torre Eiffel con vino en una ciudad en la que se paga por respirar al que acudi la ultima navidad.
No repetiría y no lo puedo recomendar porque aunque algunas preparaciones son estelares esta fácil muy muy por encima de lo que ya seria un sitio similar, si no bastante más, y evidentemente en sitios que ya lo cobran acorde. Disparatado, muy...
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