Restaurante nuevo, bien decorado y con espacio entre mesas, con terraza semi cerrada. Wc limpios y con papel. La atención exquisita sin ser excesiva ni intrusiva. Tardan un poco en tomarte la orden pero luego los platos llegan a buen ritmo. Te recomiendan sobre los platos y con gran acierto. Fuimos dos parejas y pedimos todo para compartir: croquetas de cecina y boletus (las mejores), jamón (las más clásicas pero muy cremosas) y txangurro (también muy buenas), en general muy recomendables. No así las patatas bravas, que si bien son una versión, la salsa Chipotle de debajo y la ajonesa arriba se mezclan inevitablemente sin sentido y matan totalmente el sabor una de la otra y sobre todo de las patatas, que ya de por si eran de corte fino. Las guiozas muy buenas, así como los torreznos, la focaccia de sardina y mención aparte el foi. El camarero insistió en su calidad y acertó, lo hacen allí en tres días y se nota, muy suave al paladar, ligeramente caramelizado arriba y con sal. Mis favoritos fueron el foi y la focaccia. Postres bien, torrija de Brioche y las texturas de chocolate (algo difícil de comer por el caldo de chocolate blanco abajo. La atención repito muy buena del personal, con el detalle de la visita del jefe de cocina al finalizar, para agradecernos la visita y animarnos a dar feedback de mejora. Volveremos para probar los principales. Gracias a Javier nuestro camarero y a Enrique el jefe de cocina.