El pasado viernes celebramos aquí la Comida de Navidad. La música en directo, desde el primer minuto, era tan elevada y resultaba tan estridente que hacía imposible la comunicación con los compañeros más cercanos a mí. Te veías obligada a gritar todo el rato. Terminamos con la cabeza embotada. En estas comidas, en las que no ves a tus compañeros en mucho tiempo sería deseable que la música, de ser necesaria, lo fuese al terminar la comida. Con respecto a ésta, platos abundantes pero de baja calidad. A modo de ejemplo, mi arroz chaufa tenía un batiburrillo de cosas que parecían ser carne, que yo me dediqué a separar del arroz y que no sabía ni quería imaginar de donde salian. Pocos camareros y poco profesionales pero reconozco que a diferencia de lo que leí al respecto, nos trataron con amabilidad y todo lo ágiles que les fue posible. Éramos muchos y ellos realmente, pocos. Faltaron platos de los que habíamos elegido y hubo que improvisar. En cuanto a los postres, tan sólo dos opciones a pesar de que en la propuesta que nos llegó a la oficina, había muchos más. Lo mejor, la tarta de tres leches, sin duda, aunque resultaba un poco escasa. Quizá porque tenía hambre, no comí mucho de los otros platos. En cuanto a la bebida, nos escamotearon alguna consumición y a nosotros no nos pusieron un pequeño aperitivo como en otras mesas. Por otro lado creo que el menú salía por unos 25€ y teníamos la posibilidad de estar en el local hasta las 12 de la noche. No obstante, tanto yo como otros compañeros nos marchamos al terminar la comida y con la cabeza como un bombo por el excesivo ruido, de hecho tuve jaqueca todo el fin de semana. Quizá se corresponde con lo que pagamos. En este sentido, no puedo hacer una valoración.