El emplazamiento es extraordinario, los esgrafiados de los paramentos externos lucen lindos, y la fachada en chaflán, con esa torreta metálica que soporta el reloj, es única y se ha remozado hace relativamente poco tiempo, de modo que se alza espléndida y sugerente de otros tiempos optimísticamente mecánicos. Disfrute usted de la vista desde el exterior y si se decide a cruzar el umbral, dirija su mirada hacia arriba y hacia afuera. Cuando no le quede más remedio que mirar hacia la barra y el muro interior, es probable que se le caiga el alma a los pies. No mire al suelo aunque su alma esté por allá abajo: no le va a agradar mucho lo que vean sus ojos. El establecimiento tiene una planta de arco de 90° con barra paralela al muro interno y techo alto de madera labrada con grandes casetones. Desgraciadamente, el aspecto del interior es indeciso y despreocupado en el peor de los sentidos. Parece más sucio de lo que probablemente está. Tras los estantes de rejilla metálica y luz indirecta dirigida hacia las botellas en exhibición, se encuentra el inevitable muro de ladrillo visto con pegotes de yeso alrededor de los cajetines de los enchufes. Encima de la barra hay de todo: la botella del detergente, los grifos de cerveza, bandejas, vasos, jarras, teteras, ceniceros, contenedores de servilletas de papel y otros objetos de más difícil identificación. La amalgama de objetos adosados al interior de la barra son la viva imagen del desorden repelente, el amontonamiento forzado y la disuasión para el consumo de bebidas y alimentos. Para que nos entendamos: la barra y todo lo que cobija son la penosísima apoteosis del "cutrerío". El suelo está cubierto de un terrazo espantoso, sucio de años y sin atenuantes por vintage. La escalera de bajada a los dos retretes para todos los públicos resulta especialmente repelente, con unos canteados de aluminio insultantes a la vista y al estómago. En el rincón del suelo contiguo al primer escalón se observan parches de yeso por ausencia de baldosas. La iluminación del local es apagada sin llegar a ser tenue, y crea una atmósfera semitenebrosa pero no íntima. El nivel de ruido, producido tanto por los diálogos de los desinhibidos clientes y de los vociferantes empleados como del trasiego de platos, cubiertos y tazas, es demasiado elevado como para distinguir la música de fondo. Resulta desgarrador cavilar sobre las potencialidades de un local como éste y percibir el estado en que se encuentra y el modo en que se gestiona. Si el paseante decide entrar, recomiendo darle la espalda a la barra, ponerse tapones en los oídos, sentarse en una de las diez mesas junto a los amplios ventanales y mirar hacia afuera. Los coches y viandantes que transitan por la calle Embajadores no son una visión beatífica o inspiradora, pero van y vienen, mientras el interior del café mantiene su aspecto entre lúgubre y destartalado. Hay media docena de mesas en la acera a modo de terraza, lo cual supone otro tipo de...
Read moreThis is a super cute pub to visit. However, the service here is absolutely horrible. As a tourist who can only speak enough Spanish to order a drink and ask for the bathroom, I felt the servers here were purposely ignoring me. My order was taken almost 40 mins after I sat down and to ask for the bill that also took another 20+ mins. They would look at me calling them and walk the other direction. I noticed another tourist behind me having the same problem too. While it is a nice looking place, I wouldn’t...
Read moreOJO AL CAMARERO DE PELO CANO BAJITO. Un sitio bonito, pero totalmente desmerecido en la experiencia. Pedimos varios vermús y una ración de carne loca. Tras casi una hora esperando, y ver que el plato no llegaba, llamamos al camarero que nos estaba atendiendo, un señor de unos 40, bajito y pelo cano con tatuajes y barba (también cana). Tras intentarlo en varias ocasiones, no nos atendía, por el simple motivo de que ESTABA EN LA BARRA MIRANDO SU MÓVIL. Conseguimos, en una de las veces que fue a atender mesas, que nos mirase, y de muy malas formas nos dijo que esperásemos que ahora iba. Nunca vino, porque tenía algo importante que hacer: mirar en la barra su móvil. Me tuve que acercar y decirle amablemente que si nos atendía, a lo que sin mirarme (el móvil era muy interesante), contestó que ahora venía. NUNCA VINO. Me tuve que volver a acercar y decirle que cancelasen el plato que no venía, y que trajera la cuenta. Se ve que no le sentó bien al señor, y de muy malas formas y con una ironía bastante desagradable, nos dijo que "ay qué pena que no salió el plato, pero no es mi culpa sino de cocina". O sea, su trabajo es bien inexistente. Nos trajo la cuenta de malas maneras y nos fuimos. Un auténtico despropósito la mala educación de este señor, y su vagancia. Desmerecen el sitio y el buen trabajo del resto...
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